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OMAR SHARIF

 

ESTA VEZ SU CATEGORÍA VENIA DEL VALLE DE LOS REYES

 

 

 

 

 

Vino al mundo en Alejandría (Egipto), el 10 de abril de 1932. Procedía de una familia cristiana, de origen libanés, de posición desahogada, gracias a su negocio, en el sector de la madera. Siempre fue un gran estudiante, que acabó licenciándose en Matemáticas y Física por la Universidad de El Cairo. Al finalizar sus estudios se dedicó durante un tiempo a la empresa familiar, pero pronto decidió que lo suyo era la interpretación. Tenía 22 años cuando debutó, de la mano de Youssef Chahine, considerado uno de los maestros del cine egipcio, que le reclutó como protagonista en Siraa Fil-Wadi, un drama romántico que hizo furor, sobre todo entre el público femenino. Adoptó como nombre artístico Omar El-Sharif. “Lo elegí de cara a que pudieran pronunciarlo los occidentales, porque desde que empecé tenía muy claro que quería luchar para ser conocido en todo el mundo”, recuerda el actor. Omar Sharif..... Conoció la gloria, pero también era consciente de que esa gloria no era plena porque hubo varios aspectos de su vida que le hicieron infeliz

 

Era una de las grandes estrellas de Egipto, y del mundo árabe. Galán de sonrisa melancólica, con fama de seductor incorregible, Omar Sharif sobresale en las grandes producciones de corte histórico. Su nombre será recordado sobre todo por sus dos trabajos a las órdenes de David Lean, y eso que también le reclamaron otros grandes cineastas, como Fred Zinnemann, Anatole Litvak, Blake Edwards, William Wyler o Anthony Mann.  Finalmente, Sharif se convirtió al islam, de cara a contraer matrimonio en 1956, y tuvo un hijo: Tarek. Posteriormente, cuando dejó a Hamama, Sharif tuvo otro hijo, Ruban, con Paola de Luca, una periodista italiana. Siempre se quejó de que su matrimonio durara poco. “Mi matrimonio hizo aguas porque mi profesión me obliga a viajar de un lado a otro. Por culpa de que vivo como un vagabundo, creo que nunca he llegado a alcanzar la felicidad”, afirmaba. Era un galán muy popular en su país cuando fue reclutado por el británico David Lean, que buscaba un actor árabe que supiera hablar inglés con fluidez para interpretar al príncipe Ali Sherif en Lawrence de Arabia. Para Sharif fue el trabajo más importante de su carrera, a pesar de que el rodaje fue largo y duro. “Estuve dos años trabajando en el film, sin cuarto de baño y sin mujeres. Fue como el servicio militar”, recuerda el actor, que por su interpretación fue nominado al Oscar al mejor secundario. El film de Lean dio a Sharif el reconocimiento internacional, y le abrió las puertas de las grandes superproducciones históricas, como La caída del imperio romano, Las aventuras de Marco Polo, o Genghis Khan, donde encarnaba al célebre emperador de los mongoles. También intervino en El Rolls Royce amarillo e interpretó a un español en Y llegó el día de la venganza, de Fred Zinnemann, justo antes de que Lean le volviera a contratar, esta vez como protagonista, de Doctor Zhivago, inolvidable adaptación de la novela de Boris Pasternak. El papel, uno de los más recordados de su carrera, iba a ser en principio para Peter O’Toole, con el que había trabajado en Lawrence de Arabia, pero éste finalmente lo rechazó. “Guardo buenos y malos recuerdos del film. Buenos porque interpreté a un gran personaje que evolucionaba a lo largo de muchos años. Pero también malos, porque mientras rodábamos me divorcié de mi esposa”, recuerda el actor. El primer hijo de Sharif, Tarek, interpretó a Zhivago de niño.

 

 

A Shariff le pesó muchísimo el divorcio, pues tras alejarse de Hamama, no volvió a tener pareja estable, y sólo romances ocasionales, a veces con alguna estrella, como Barbra Streisand, su compañera de reparto en Funny Girl, un gran musical de William Wyler. “Mi fama de conquistador es una gran mentira, pues no creo que tuviera más conquistas que cualquier hombre de la calle. Además, después del divorcio sólo he tenido aventuras sin consecuencias”, afirma el actor que sucumbió a la ludopatía cuando se dejó llevar por su pasión por el bridge. A veces, el juego le interesaba más que los rodajes, por lo que llegaba a exigir que los aplazaran o a rechazarlos cuando había competiciones de bridge internacionales. “He llegado a perder hasta un millón de dólares en una noche, algo que no me podía permitir. Y es porque estaba solo, pues me aburría y necesitaba emociones fuertes. Es una pena que no hubiera tenido a mi lado a una mujer”, recuerda el actor. Al parecer, heredó la afición de su madre, y combinada con el alcohol es nefasta, pues Sharif ha tenido problemas con la justicia por haber agredido en una ocasión a un policía, y en otra al vigilante del parking, las dos veces en sendos casinos. En la pantalla, a Sharif siempre le fue mejor que en su vida privada, pues intervino en grandes filmes a finales de los 60, como el western El oro de Mackenna, y el thriller La noche de los generales, que volvió a emparejarle con Peter O’Toole, y en la que era un oficial nazi que investigaba un asesinato cometido por un general. En los 70 y 80 su estrella se fue apagando, pese a que siguió apareciendo en títulos como Orgullo de estirpe, El ultimo recurso, La isla misteriosa, El enigma se llama Juggernaut o La pantera rosa ataca de nuevo. Poco a poco quedó relegado a secundario de lujo, como se puede comprobar en Top Secret, con la hilarante secuencia del vendedor ciego que vendía ‘artículos de coña’.Aunque tras el sonoro fracaso de El guerrero nº 13 se planteó seriamente retirarse del cine, finalmente decidió seguir en activo, y obtuvo un gran éxito con El señor Ibrahim y las flores del Corán, de François Dupeyron. En esta adaptación de la novela de Eric Emmanuel Schmitt, interpreta a un tendero musulmán que se hace amigo de un adolescente judío. Después fue un príncipe árabe, en Océanos de fuego, y el narrador de 10.000, superproducción prehistórica de Roland Emmerich.

 

 

Omar Sharif conoció la gloria, pero también era consciente de que esa gloria no era plena porque hubo varios aspectos de su vida que le hicieron infeliz: su divorcio prematuro de la mujer a la que más amó, Faten Hamama -según él, la única que mereció ese verbo, y con la que tuvo a su hijo-, su marcha a disgusto del Egipto de Nasser, necesaria para poder seguir trabajando en proyectos internacionales, y finalmente el deterioro de su salud, que le provocó problemas cardiovasculares, en gran parte debidos a su adicción al tabaco. Según se cuenta, durante mucho tiempo fumaba una media de 100 cigarrillos al día, costumbre que cortó en seco cuando tuvo su primer infarto.Omar Sharif,  fue un hombre que lo tuvo todo, pero no pudo conservar lo que más quería todo el tiempo que le hubiera gustado. Su matrimonio con Faten .... Tuvo algunos romances sonados, como el que le unió fugazmente a la actriz Barbra Streisand, y explicó una vez que, en sus años de plenitud le llegaban hasta mil proposiciones de matrimonio a la semana de fans fascinadas con su hombría. Pero nunca más volvió a casarse. Por Faten se convirtió al Islam, para poder estrechar su unión. Fue el mayor sacrificio de su vida, su mayor acto de amor. Para él, no había otra mujer que la pudiera superar. Murieron casi a la vez: ella en enero de 2015, él en julio del mismo año, aunque seguramente su mal estado de salud le impidiera ser consciente de la noticia. Tampoco conservó sus raíces, a su pesar: aunque pudo asistir a ciertos aspectos en la modernización de Egipto, sufrió el nacionalismo de Nasser, que le cerró en gran medida las puertas de Hollywood, razón por la cual decidió instalarse en París y tener toda Europa como su base de operaciones. En esos años, cuando ya era un actor cotizado, trabajador, querido y altamente profesional, compaginó el trabajo con el amor a su hijo y sus aficiones más queridas: el fútbol, las carreras de caballos y el bridge. Era un consumado experto en el popular juego de cartas -llegó a ser campeón del mundo, por lo que se cuenta-, y se conocía que apostaba grandes cantidades en los hipódromos. Su visión, su suerte y su valentía le hicieron ganar dinero en el juego.Comi ocurre con el azar,que tanto le gustaba, Omar Sharif sabía que unas veces se gana y otras se pierde, pero lo que determina una trayectoria es la media entre los momentos altos y los bajos: en general, tuvo una carrera exitosa, cumplió muchos objetivos, se ganó el respeto de sus semejantes, no gozó plenamente del amor pero no se privó de otros placeres, e incluso tuvo el honor de tener un papel secundario, pero a la vez destacado, en una de las comedias disparatadas más queridas de todos los tiempos, Top Secret!, encarnando al agente Cedric.

 

 

 

 Omar Sharif falleció, afectado por un un Alzheimer que había complicado más si cabe su de por sí delicado estado de salud. Pero si ahora nos dijeran que Omar Sharif no murió, y que sigue entre nosotros, y quizá trabajando en alguna película de presupuesto modesto, seguramente tendríamos la inclinación a creerlo, pues el actor egipcio ha pasado a ser un icono del siglo XX gracias a su tenaz y constante trabajo delante de la cámara. Es decir, ha alcanzado la inmortalidad. Participó en un centenar de filmes, contando las pocas decenas de su etapa egipcia antes de lanzarse al estrellato internacional con su papel en Lawrence de Arabia, y aunque sólo un puñado de esas obras fue verdaderamente popular....Para mucha gente, yo incluido, el papel más valioso fue el de Zhivago, con el alcanzó la fama, la cumbre y sus ojos vieron mas que estrellas.

 

 

 

Resumiendo un actor tremendamente atractivo de espaldas, de frente o de costado, resumiendo:

 

Una figura irrepetible....

 

 

 

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