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LUIS II DE BAVIERA
UNA OBRA DE ARTE ABSOLUTA
Luís II de Baviera, es una de las películas que dirigió Luchino Visconti a lo largo de su filmografía. Una película, tan majestuosa y potente como la obra de Richard Wagner, .. se centra en la figura del rey Luís II, aunque muestra una visión romantizada de su figura, alejándose levemente de la histórica. La película recibió numerosos premios y galardones en su momento. En 1864, antes de cumplir los veinte años, Ludwig de Wittelsbach ocupó el trono de Baviera. El joven rey era generoso y romántico y soñaba con traer la felicidad a su pueblo. Fue un gran mecenas que amaba el arte, la paz y la armonía universal. Sin embargo, por confiar en sus consejeros, llevó a Baviera a una desastrosa guerra que la dejaría en manos de Bismarck. Hasta sus más fieles colaboradores conspiraban contra él; lo traicionó incluso su principal protegido, Richard Wagner. Únicamente su prima Elizabeth, la esposa del Emperador de Austria, que sentía por él un afecto casi maternal, le fue incondicionalmente fiel. No me cansaré de ver esta película, por muchas que sean sus cuatro horas. Siempre la recomiendo, pero la gente no tiene paciencia con el tiempo. Sólo con ver a Helmut Berger encumbrando la profesión de actor vale la pena. No estuvo loco, de eso estoy seguro, sólo nos muestra a una persona que amaba más la cultura y que quería difundirla por encima de cualquier cosa. Y, claro está, no le gustaba ser rey, pero gastaba el dinero de los contribuyentes bávaros en construir castillos y en complacer a un ingrato Wagner.... Romy Schneider hace el papel de su vida, pero queda en un segundo plano por la fuerza de Helmut, aunque juntos forman una parte de un todo que resulta sublime ante los ojos del espectador. Decorados, vestuario, datos históricos... perfectos, adaptados a la realidad histórica de la Baviera del siglo XIX, a las puertas de la Unificación Alemana. Valen la pena esas cuatro horas de obra maestra.
Tiene "Ludwig" una excelsa banda
sonora, firmada casi íntegramente por Wagner (me refiero con ello a su
adecuación con las imágenes y la atmósfera que les confiere, que es lo que de
verdad importa en el cine: independientemente de su calidad intrínseca, las
mismas notas podrían resultar del todo inapropiadas en otro contexto fílmico).
Pero el comentario respecto a la bondad musical viene a cuento porqué Wagner es
también un personaje en el film, y tanto él como su amante Cosima
—extraordinarios Trevor Howard y Silvana Mangano— son presentados por Visconti
como seres muy poco escrupulosos que se aprovechan de la infinita fascinación
del monarca hacia el compositor. Así, Visconti ejemplifica con la praxis que el
juicio moral negativo que le merece el artista no le impide la valoración
contraria de su obra, tal como demuestra al considerar su música como la más
idónea para la película. No es un tema baladí (ahí está Kazan y su eterno
sambenito de delator) y, de hecho, el propio Visconti sufrió en sus carnes la
incapacidad intelectual de muchos críticos para hacer tal distinción, cuando con
motivo de "El inocente" no le perdonaron que adaptara al fascista D’Annunzio. Un
aspecto clave de la película es la distancia adecuada con la que el director
retrata a Ludwig —y ahí cabe aplaudir a Helmut Berger, actor usualmente
denostado pero que para mí ejecuta el papel de su vida—, atendiendo a los
complejos matices de su personalidad. No son dejadas de lado las actitudes más
excéntricas y el conde Dürkheim actúa como una especie de pepito grillo que le
recuerda sus deberes de soberano y le echa en cara el elitismo aristocrático en
su búsqueda de la belleza absoluta; pero, al mismo tiempo, subyace una íntima
adhesión con la total sinceridad emocional del rey, que nos convoca a la empatía
y la piedad ante su decadencia y tormento interior. La original construcción del
film, con los episodios presentados por primeros planos de los personajes de su
entorno mirando a cámara, contribuye a ese efecto de "juicio inquisitorial",
además de quedar en evidencia que su obsesión para incapacitar al rey responde
más a la recuperación de su propio poder político que a la preocupación por el
bien del país.
La ambientación y la fotografía son más que
magistrales. Los detalles llenan nuestra atención (Vestidos suntuosos,
miradas pícaras y elegantes, maquillaje marcado, riqueza ornamental al
estilo horror vacui...) y las actuaciones son simplemente soberbias. A nivel
técnico es irreprochable y posee una gran maestría a la hora de hacer sentir
los sentimientos de algunos personajes tras precisos silencios y diálogos
elocuentes. Conclusión más que evidente.... Obra maestra.
La figura de Luís II de Baviera ha suscitado siempre mucha controversia. Es en cierto sentido una figura importante, incluso para aquellos que no lo conocen, porque su patronazgo y promoción arquitectónica llevó a la edificación de castillos tan fascinante como los de Neuschwanstein que no solo se ha visto en miles de guías de viajes sobre Alemania, sino que incluso sirvió de inspiración para la creación del castillo de Disney y se complementa también con la de ser uno de los primeros promotores de la carrera de Richard Wagner. Pero en realidad el rey, más allá de sus caprichos artísticos, fue una persona que en un primer momento se interesó por los estados del gobierno, y tenía una formación intelectual más elevada de la que presupone la leyenda. El reinado de Luís II de Baviera es uno de los capítulos históricos más interesantes y controvertidos de la Historia. Visconti inicia, en esta ocasión, una auténtica investigación sobre el personaje. Magnífica ambientación en los castillos construidos por el monarca, uno de los más fértiles reyes-arquitecto, como Linderhof. El film contiene una excelente interpretación de los actores y sus caracterizaciones, especialmente las de Helmut Berger y Romy Schneider. El neorrealismo viscontiniano se centra, en este caso, en el análisis del esplendor y decadencia del gobierno del monarca, incorporando aspectos de su vida íntima que, hasta el momento no habían sido tratados en el cine, como su relación con su prima Elisabeth, con Wagner y sus servidores. Es uno de los mejores retratos pictóricos que se han realizado en la historia de la pintura es el del papa Inocencio X por parte de Diego Velázquez. No porque sus cualidades técnicas sean impresionantes, que sin duda lo son, sino porque el pintor español fue capaz de llegar al alma del retratado, mostrándonos su carácter. Pues bien, lo que hace Visconti con su película es lo mismo que hizo Velázquez, solo que cambiando de medio. El acercamiento es a la figura del rey, y de su progresiva decadencia de facultades, aunque no evidencia de manera clara una supuesta locura, tal y como pretendieron hacer ver en su momento los consejeros y ministros del monarca, que intentaron engatusar al reino de Baviera, y desde luego la sensación final es la de estar asistiendo a un retrato del alma del personaje. Luís II de Baviera, emplea numerosos planos que tienen una clara correlación con el arte de la pintura. Planos que son estáticos y que muestran claramente una desconexión en teoría con la lógica de la película, porque tienen una clara intencionalidad estética. A ello se le ha de sumar un intención en el uso de la iluminación, que es uno de los muchos recursos de la película.
Por un lado la película diferencia claramente la iluminación que tienen lugar en los palacios del rey. Los interiores, se grabaron su mayoría en Cinecitta, tienen un aspecto majestuoso, y realmente la recreación de una corte tan fastuosa como debía de ser la de Luís II queda bien retratada. Visconti seleccionó de manera intencionada que los elementos de iluminación así como los tiempos atmosféricos para que coincidieran exactamente con el estado de ánimo del rey, creando una correlación que le da un toque magistral a Luís II de Baviera. La película que la precedía era Muerte en Venecia (1971) y sin duda comparten similitudes. En ambas nos encontramos con personajes principales en cierto modo similares, con una capacidad de ensimismamiento que les abstrae del todo y les convierte en seres pasivos, que únicamente existen para su mundo interior. Visconti es un maestro en retratar también la paulatina degradación de este tipo de personajes. Hay también ciertos elementos operísticos que se respiran y que ya se presentaban en la mente del director italiano desde que trabajara en una función de Bellini, la Sonnambula. Sin duda hay una intención por parte del cineasta de ir mezclando elementos de diversos géneros, no solo por la influencia Wagneriana, sino también por el aparente sentido teatral de las escenas que suceden en el interior de los palacios del rey. Espectacular producción de gran formato y de vocación intemporal que asombra desde las primeras escenas por la suntuosa ambientación, por su vestuario, por sus interiores, por sus exteriores límpidos, por su clima general y por su desbordante banda sonora. A medida que avanza el metraje también acredita la excelencia de un guión magnífico, la solvencia del director ambicioso y la perfección de su técnica. Se trata de una película para degustar con pausa, como una obra de arte, y disfrutar hasta el último detalle. Es íntima, psicológica y en cada una de sus facetas brilla la maestría cinematográfica. Culta, profunda, cercana, entrañable y palaciega.
Como si la jaula de oro fuera su ámbito natural, R. Schneider aparece luminosa y enérgica en su papel mientras que Berger, rotundo en la fragilidad de su personaje, da la réplica perfecta en un maravilloso ejercicio de interpretación. Luís II de Baviera, es una obra que mezcla elementos Wagnerianos con el cine de Visconti. Es imposible que a un cinéfilo le desagrade esta propuesta, si bien es cierto que al igual que sucede con numerosas óperas del maestro alemán, tanta exaltación puede dejarle a uno fuera de combate con tanto espectáculo. Por eso es bueno tener claro con que tipo de película nos vamos a encontrar antes de empezar a gozar del cine de Visconti.... Es un retrato minucioso del rey y su progresiva decadencia, es elegantísima, rodada con una belleza y una sensación de realidad que, a diferencia de casi cualquier folletón histórico, uno puede sentir que se está asomando realmente a la corte bávara y no a una recreación moderna de bigotes postizos, trajes de guardarropía y pelucones de ópera. La sensación de verdad es tan grande y los actores encarnan a sus personajes de forma tan convincente que, seguramente, nos decepcionaría comprobar que Luís II no tenía los andares de Berger, Wagner los gestos de Howard, Cósima la elegancia de la Mangano o Isabel de Austria la seducción de Schneider. Estoy seguro de que mejoran a los originales y que estos, desde el Más Allá, desearían borrar la Historia y suplantar su paso en el mundo con esta película.
En "Ludwig" se puede ver al Visconti más solemne y confiado en su calidad de autor. Antes he dicho que no sé que tienen estas películas, pero en realidad sí lo sé: ¡ESTILO! Cuidadísimos planos rodados en formatos muy anchos, panorámicas rodadas con zoom, amaneramiento, divismo, histrionismo, buena ambientación y excelente diseño de vestuario así como localizaciones... Para los que no disfrutaron con otras joyas como "Muerte en Venecia" o "La caída de los dioses", sus predecesoras, evidentemente ésta no es su película, pero para los que sí lo hicieron y las admiraron, ¡que la vean, aunque solo sea para formarse una opinión!.¡Me gustan las películas de Visconti con tíos desnudos... ¡Me gusta creer que Helmut Berger puede ser un buen actor! ¡Me gusta esta apología del cine de autor en forma de ostentación y lujo, de pasión homosexual y decadencia, de deterioro físico y mental, y gritos, y götterdammerung y Wagner! ¡Viva Visconti, y viva su estilo y obsesiones!
“Que sepas ser humilde es lo más precioso que puedo desearte. Recuerda: el hombre realmente grande es pequeño dentro de sí”.
Con estas palabras, el cura Hoffmann bendecía a Ludwig II de Baviera, el nuevo gobernante que, a los 18 años, tomaba las riendas de un gran país. Estamos en 1864 y el país entero disfruta de la apoteósica y romántica música de Richard Wagner, por la cual el nuevo gobernante siente una pasión indescriptible. Por esta razón, su primera tarea será invitar al compositor a que regrese a vivir a su país, y entre ésta experiencia -que le costará un serio dolor de cabeza por el oportunismo del artista- y su amor no correspondido más que con una gran amistad, por parte de su prima la emperatriz Elizabeth de Austria, comienza la historia de quien, muy acertadamente, ha sido definido por los historiadores como un rey de cuento de hadas. Ludwig era pacifista, poeta, sensible al arte y a la belleza, se sentía uno con la naturaleza, y sabía que “el mayor regalo que se le puede hacer al pueblo es enriquecer su espíritu”. Por eso, permaneció, casi siempre, tan distante de las maquinaciones y los afanes de usurpación que se cernían dentro de su reino.
Luchino Visconti ha hecho un filme pletórico de interioridad, donde apenas soslaya los conflictos externos que enfrenta el gobernante y prefiere centrarse, con honda eficacia, en las pesadumbres internas de un hombre que, con algunos excesos, lucha por los valores que dan real sentido a la vida. La composición escénica es cuidada hasta el último detalle y hay plena interrelación entre la luz, la posición de cámara y la acción que asume cada personaje. Véase un par de ejemplos: En una estancia con una luz tenue, donde Sophie está en segundo plano tras el rey, éste le regala un ramo de flores a su amada Elisabeth y ella, delante de él, las entrega a su hermana, en un gesto sutil de trasladar un amor que ella no desea para sí. Después, Wagner lee una misiva del rey donde concluye: “…Hasta la muerte, vuestro fiel amigo, Ludwig”. En ese momento, se inserta un primer plano del perro del compositor, jadeante, y en un efectivo claroscuro. Helmut Berger resulta muy ajustado como el rey Ludwig, irradiando esa fragilidad y sensibilidad que caracterizaban al gobernante. Y Romy Schneider esplendorosa como la emperatriz Elizabeth, aflorando una firmeza y encanto irresistibles. ¡Cualquiera se vuelve loco teniendo todo el poder y no conseguir alcanzar el amor de una mujer como esa!. A un maduro Visconti le atraía recrear ciertos ambientes y recrearse en ellos. Con harta frecuencia estos ambientes se asocian con la decadencia, lo que no pasa de ser una pobre exculpación de ese pecado para nuestra época. Quizá Visconti no refleja decadencia sino exuberancia. Pero es lo que le atrae y presenta muy bien. Baviera en los momentos del reinado de Luís II, mostrando su mundo y Visconti se sumerge en él gustosamente. Pero a Visconti no le basta el marco y precisa el personaje que se encuadre perfectamente en él. En este caso es Luís II, una personalidad extraña cuyos perfiles distan de estar perfectamente definidos y siguen siendo discutidos pero que, en todo caso, poseen ese grado de indefinición que permite su perfecta inserción en el ambiente. Una ambigüedad a la que sirve perfectamente Berger... Visconti pensó en Alain Delon para el papel de Ludwig, actor por el que sentía un cariño especial, del cual era correspondido, pero según se cuenta, Helmut, en aquellos años era pareja sentimental del director, se abrió en canal, e utilizo todos sus encantos, que eran muchos para alejar ese pensamiento de Luchino y al final lo consiguió, también se decía que la actriz Romy Schneider influyo para que Helmut fuera Luís II de Baviera, no sabemos como quedaría en pantalla Alain Delon, pero de lo que estoy seguro, es que hubiera sido una imagen totalmente opuesta, ni mejor, ni peor, pero sustentaba una imagen de todos conocida...El cine a veces se porta como los elfos en una noche de verano, ¿o nó?.
Siempre se tiene la sensación de que la película critica el correcto reflejo del personaje cuya historia se nos presenta. Pero lo cierto es que esto último es un condicionante básico de la película y si ésta se confiesa debe ser fiel a la realidad. Visconti es fiel a la imagen de Luís II, transmite las contradicciones que aun existen sobre su vida, comenzando por la que afecta a su muerte por suicidio o por asesinato. Sucede, sin embargo, que se trata de un personaje terriblemente difícil y complejo. Se abordan problemas como su amistad con Wagner, sus deficiencias como gobernante, su carácter caprichoso, sus problemas sexuales, o su pacifismo. Se acusó a la película de ser larga… Pero la duración es fruto de la historia contada y, a la vez, fruto de la morosidad que debe existir en determinados momentos para permitir la comprensión del personaje. Habría que preguntarse si hubiera sido posible acortarla sin perderse el sentido de la historia contada. La película derrocha preocupación estética. Y lo hace con éxito en la mayor parte de las ocasiones. Dejando a Visconti a un lado, los protagonistas llevan a cabo grandes interpretaciones. Helmut Berger refleja perfectamente las distintas etapas de Luis II, desde el joven coronado al monarca acosado, pasando por el gobernante desnortado. Romy Schneider ofrece la imagen de una Sissi poderosa e influyente. Trevor Howard nos ofrece un Wagner verosímil y natural. Todos los demás intérpretes cubren perfectamente sus papeles, lo que suele ser un signo de la habilidad del director. Exquisita, detallista y brillante. Se trata de un retrato de una mente frágil y extremadamente sensible.
Una banda sonora esplendorosa de Jacques Offenbach (la música es firmada íntegramente por Wagner) acompaña una bellísima fotografía de Armando Nannuzzi, junto con una puesta en escena maravillosa. Además, es una película de planos muy cuidados rodados en formatos anchos, primeros planos, panorámicas rodadas con zoom, una obra con tendencia al divismo y al histrionismo, con una cuidada ambientación, elección de localizaciones y excelente diseño de vestuario. En realidad, como digna sucesora de “Muerte en Venecia”, esta es una película que reflexiona acerca de las relaciones entre la vida y el arte, entre la estética y la ética. Es un decadente y progresivo ocaso que se extiende en un metraje de 264 minutos, al más puro estilo viscontiniano, es una cinta en extremo bella y elegante, a la par que da una sensación de realidad, de estar observando en pantalla la corte bávara genuina, tal como debió ser, sin atisbo de artificio o sensación de folletín. Ese es uno de los principales méritos de la cinta y se nota que está muy bien documentada.
En cuanto al reparto, los actores realizan trabajos más que convincentes. Helmunt Berger acomete su principal papel en el cine, en esta encarnación de Luís II y sus intrincados recovecos psicológicos; Berger está excelente y parece que más que Berger fuera el mismo Rey en persona, ese joven con claroscuros en su frágil personalidad. Igual ocurre con Trevor Howar, cuya recreación de un mezquino Richard Wagner roza la perfección. Cosima Francesca Gaetana Wagner, esposa del insigne compositor. E Isabel de Austria se hace verdad gracias a la hermosura y el talento de Romy Schneider. Un reparto de lujo que aporta gran valor a la obra. Fue una película exitosa que estuvo bien representada en los Premios Oscar de 1973, y en 1972 en los premios David di Donatello donde se alzó con el galardón a Mejor película y director, en1973 en la Seminci de Valladolid fue Espiga de Oro. Son premios importantes, sobre todo teniendo en cuenta que no es una película de masas. Es una obra densa, centrada en la historia, en la psicología de sus personajes y en el aspecto estético. Toda una obra visualmente esplendorosa, que no oculta su culto a lo nocturno, lo cual le confiere un halo de inequívoco romanticismo. En suma, una obra maestra, un espectáculo visual que debe ver todo buen cinéfilo.
Me resulta difícil calificar esta película si enfoco mi opinión considerando el punto de vista del director sobre la homosexualidad del personaje, el rey Luís II de Baviera... No hay duda de que Visconti quiere dejarnos claro que Luís II era homosexual, y un homosexual reprimido debido a su catolicismo y a su condición de soberano de un pueblo. Entonces, desviar la atención del espectador hacia las dudas y obsesiones del rey acerca de la felicidad, la libertad, la belleza, y otras disquisiciones reales sobre aspectos filosóficos de la vida, puede ser una forma de imponer la estética del director a la realidad del personaje. No vemos ninguna muestra de afecto del pueblo bávaro hacia su rey, cuando los personajes, en general, nos lo dan a entender. No acabo de entender, aunque lo comprendo que, Luís II en todo su reinado, no aparezca actividad de gobernante. Tengo aciertos en cuanto entender el guión y en cuanto a la formalidad cinematográfica de la misma. Visconti, gran amante de la ópera, ha querido llevar a la pantalla el reinado de Luís II como una gran ópera, al estilo de las óperas de Wagner, y no duda en utilizar todo el tiempo que considera necesario para exponer este espectáculo.. La ambientación es perfecta y sabe crear todo tipo de ambiente utilizando cortinas, lámparas, muebles y un sinfín de objetos que le dan el decorado adecuado. La música está perfectamente elegida, Wagner suena generoso, brillante y mágico Visconti nos regala este film con virtudes y defectos, nos intenta retratar un personaje que parece hecho a la medida del genial realizador lombardo, un aristócrata amanerado (no es nada subliminal su homosexualidad) centroeuropeo, más preocupado por la belleza del arte que por las intrigas palaciegas y políticas, en el escenario de un mundo decadente, Ludwig era considerado la encarnación de un Príncipe Azul. La cinta posee una puesta en escena propia del realizador milanés, es decir que bebe del estilo operístico. Es como un extenso espectáculo y por supuesto la belleza visual, la elegancia, la fotografía, la banda sonora, el vestuario o los decorados resultan soberbios. Estos elementos Luchino los domina como el gran sibarita que es, el guión que nos cuenta, un rey desencantado que lo emparejan con una mujer que no ama, y que los políticos de turno lo ningunean, la frialdad con la que se cuenta todo impide crear emociones, produce empatía, la densidad del argumento es donde a Visconti lo he visto más pretencioso, enamorado de sí mismo y que pretende deleitarnos contándonos esta historia.
Recomendable a los que gusten de frescos históricos y a los seguidores Viscontianos, que se cuentas a millones diseminados por el planeta, Visconti fué, es y será irrepetible... Si tuviera que resumirla diría que es una gran obra maestra, un enorme espectáculo visual y toda una lección de cine...