s SUGERENCIAS en
|
EL INOCENTE
Obra póstuma
de
Luchino Visconti
"Mis filmes relatan frecuentemente la historia de una familia, y su autodestrucción y descomposición. Cuento estas historias como entonaría un réquiem porque me parece más justo y oportuno contar tragedias. En mis filmes, las relaciones alcanzan un punto máximo de exasperación. Los personajes son por voluntad propia, sea empujados por las circunstancias, terminan por encontrarse cara a cara consigo mismos. La protección que puede llegarles del amor o de la familia les falta y los privilegios del poder y del dinero no les basta para protegerles. Están solos. Sin esperanzas de poder cambiar, nada en lo que a su situación se refiere y con frecuencia sin tener el deseo o la voluntad de hacerlo."
Luchino Visconti
-"Ningún productor quiso oír hablar de la película... !! La historia de una enfermedad, filmada por un enfermo...!!!..."- El inocente, que marcó el fin de la vida de Luchino Visconti, se inicia a partir de una de las más célebres novelas de D'Annunzio, el realizador, con Suso Cecchi, D'Arnico y Enrique Mendioli, han creado una historia dentro del estilo del realizador en lo que a fondo y forma se refiere, subrayando e inventando, cuando no existen, una serie de notas donde realismo y sociedad amplían el tenia central hasta transformarlo en lo habitual del maestro Visconti de los últimos años: la decadencia de las altas clases sociales. El inocente, como cualquier lector de D'Annunzio sabe, es el hijo fruto de una unión adúltera aceptada en teoría por un matrimonio separado de común acuerdo. El nacimiento de tal inocente, consecuencia del amor de la mujer con un escritor famoso, viene a romper tal acuerdo, planteando el problema de una posible paternidad fingida que el protagonista, Tullio, no está dispuesto a aceptar. El inocente pues, se interpone entre él y su mujer, en su nuevo amor recuperado. Por tanto es preciso sacrificarlo.A pesar de ser de que muchos críticos han considerado Confidencias como su "testamento", Visconti sigue decidido a luchar porque no sea su última película. Desde hacía tiempo le rondaban otros proyectos: como un film biográfico sobre Puccini centrado en su último amor, Sybil Seligman, que se llamaría Las cartas de Puccini a Sybil y donde el personaje del compositor podría estar interpretado por Mastroianni. O una biografía de la mujer del escritor Francis Scott Fitgerald, Zelda, basado en el relato Save me the Waltz, que habría permitido una reconstrucción del París de antes de 1929, y que encontró la oposición de la hija del escritor, temerosa de que su madre, alcohólica e ingresada en un sanatorio mental, no quedara bien parada en la pantalla, por lo que exigió una suma demasiado alta por los derechos. Una verdadera pérdida para el cine fue que tampoco filmara En busca del tiempo perdido, para lo cual ya había llegado a un acuerdo con Greta Garbo en el papel de la Duquesa de Guermantes y La montaña mágica habiendo concretado con el hijo del escritor, el historiador Golo Mann, estaba la conocida sintonía entre escritor y cineasta, que ya había dado como fruto Muerte en Venecia, sino que además La Montaña Mágica relata la historia de un enfermo convaleciente... Todo parecía ideal para ser traducido a la pantalla por Visconti en aquella época, dado su estado. Sin embargo, por una parte ello hubiera supuesto una vuelta al clima de montaña.
Si se hubiera rodado La montaña mágica, sus protagonistas hubieran sido Charlotte Rampling como Claudia Cauchaut y Helmut Berger como Hans Castorp. La elección finalmente recayó sobre El inocente, lo que originó un nuevo escándalo debido a las simpatías por el fascismo del escritor en la última etapa de su vida. Visconti saldría al paso de las protestas afirmando que admiraba a D'Annunzio como escritor, aunque lo detestara como ser humano. Previamente, se había pensado en otra obra del mismo autor, El placer, pero los derechos estaban ya adquiridos. El rodaje debe empezar a mediados de 1975, pero pocas semanas antes, el 3 de abril, cuando ya Visconti comenzaba a ser capaz de caminar sin bastón, tras meses de intensos ejercicios, sufre una caída y se rompe la pierna derecha, la que no estaba paralizada. El comienzo del rodaje se pospone mientras el director sigue en el hospital. Los productores ya han perdido dinero, hay incertidumbre sobre si por fin se filmará o no. En septiembre Visconti anuncia que pese a todo dirigirá la película desde la silla de ruedas y comentó que si hacia falta, "la próxima vez quizá lo haga desde una camilla". Aunque no le hubieran financiado otros proyectos quizá más atrayentes, no deja de ser representativo del prestigio de Visconti el que en ese estado aún hubiera quien le financiara algo. En los títulos de crédito de El inocente vemos la mano derecha de Visconti pasando las páginas de la novela original de d'Annunzio, que es una forma de decirnos que lo que veamos en la película es ni más ni menos que lo que contiene el libro.
Aunque el carácter de "testamento" corresponde como hemos dicho a Confidencias, no deja de aparecer en El inocente un curioso parentesco con otra película postrera de otro autor, Dublineses de John Huston, rodadas ambas en los umbrales de la muerte y con una reflexión sobre la muerte. En El inocente encontramos el tema del infanticidio, materializado en el recién nacido que da título a la obra, sacrificado como los Inocentes de Herodes, además en el día de Navidad; un tema que debía atraer a Visconti, quizás porque al final de una larga vida es atrayente reflexionar sobre otra vida que se truncó nada más iniciarse. Pero, además, en las escenas finales de ambas se muestra una influencia de los muertos sobre el mundo de los vivos que nos parecería insólita. En el film de Huston, la protagonista escucha una canción que le trae a la memoria a un chico que le cantaba junto a su ventana, muerto en plena juventud hacía muchos años; la emoción que le embarga es mucho mayor que todo lo que recordaba su marido en todos sus años de vida conyugal. En el de Visconti, Giuliana rechaza vivir con su marido una existencia confortable y lujosa de la alta sociedad, y tampoco intenta rehacer su vida con otro hombre, sólo quiere vivir de los recuerdos, como enterrada en vida; Tullio no comprende cómo alguien puede preferir la compañía de los muertos a la de los vivos, cómo un muerto puede derrotar a un vivo como él. Con esta escalofriante reflexión finaliza El inocente, un sólido melodrama, con argumento accesible a todo tipo de público, donde Visconti refleja la alta sociedad, una sociedad desocupada, a la que pertenece Tullio Hermil, de quien en ningún momento del film se sugiere que realice algún trabajo; en ese sentido, es representativo que su hermano Federico le diga que Filippo es la única persona a la que envidia: "Nosotros hemos estudiado, viajado, leído, somos ricos, inteligentes, hábiles, educados... ¿para qué?".
Cuando la película se estrenó en Cannes la crítica habló de los decorados y la ambientación, y como este lujo desempeña un papel esencial en el argumento, retrata a una clase social. En suma, El inocente es una película que cierra con broche de oro la trayectoria de uno de los más grandes maestros que haya dado el cine europeo.
Para el matrimonio protagonista, Visconti había pensado en sus pupilos Alain Delon y Romy Schneider, pero ella estaba entonces embarazada y él estaba rodando otra película y, según Visconti, Delon no era lo bastante "satánico" para encarnar a Tullio Hermil. La elección de los actores en esos dos papeles fue cuanto menos sorprendente, e ilustra bien el gusto del cineasta italiano de descubrir "nuevos registros" en actores encasillados en un cierto tipo de papeles. Tullio fue Giancarlo Giannini, un actor habitual por entonces en comedias, recientemente le hemos podido ver como el inspector Pazzi en la película Hannibal, y que supo expresar bien la evolución del carácter de su personaje: primero hedonista, luego poseído por celos y por último asesino. Mayor sorpresa fue la elección de la musa del cine erótico italiano, Laura Antonelli para interpretar a Giuliana; aparte de la posibilidad de explotar sus "talentos naturales" en las escenas de desnudos y sexo explícito más audaces que haya rodado Visconti... No en vano estamos en 1976, y la censura ha remitido, debe reconocerse que la Antonelli hace una excelente composición de Giuliana, expresando en qué momentos es realmente feliz y en cuáles debe resignarse a fingir. Teresa Raffo estuvo interpretada por Jennifer O'Neill, actriz que había saltado a la fama unos años antes con un inolvidable Verano del 42, y en los papeles secundarios encontramos a viejos conocidos: Filippo d'Arborio es Marc Porel, la madre de Tullio es Rina Morelli y como el viejo galán Stefano Egano encontramos a Massimo Girotti, el protagonista de Ossessione, que así cuenta con el honor de haber trabajado en la primera y la última películas de Visconti. Mientras la película se finalizaba, también crecen los presagios de Visconti sobre su propia muerte, haciendo bromas macabras con sus colaboradores sobre qué pondrán sobre él las notas necrológicas. En la ficha técnica de El inocente llega a tachar las palabras "Es una película de Luchino Visconti" para dejarlo en "Fue una película...". Terminado el rodaje y el montaje, cuando se estaba procediendo al doblaje y sonorización de la cinta, el 17 de marzo de 1976 muere Luchino Visconti en su apartamento romano. Supo morir con la misma elegancia de los personajes aristocráticos de sus películas: escuchaba la Segunda Sinfonía de Brahms en compañía de su hermana Uberta hasta que en un momento dado dijo: "Ya basta. Estoy cansado". Dos días después se celebra el funeral religioso en la iglesia de San Ignacio de Roma, con la asistencia del presidente de la República, Giovanni Leone, y del secretario general del PCI, Enrico Berlinguer, precedido por una "ceremonia laica" en la plaza frente a la iglesia, llena de banderas rojas. Dos meses después la película se presentaría en Cannes, con todo tipo de críticas. El día de su entierro, Roma había amanecido llena de carteles que decían:
- "LUCHINO VISCONTI. Hombre de gran cultura cuya obra ha enriquecido durante más de treinta años la historia del arte, del cine y del teatro de nuestro país, de Europa y del mundo. No olvidaremos a Luchino Visconti, militante antifascista de la Resistencia que demostró siempre una profunda y leal solidaridad con aquellos que trabajan y luchan".
Pero posiblemente su mejor epitafio fue el que pronunció unos años después su director de fotografía, Pasqualino de Santis:
- "Con Visconti muere también un cine que sólo él sabía hacer"-
La versión cinematográfica, en su afán de ofrecer un retrato de familia, y al tiempo la aventura social ya la vez costumbrista de una época, ha realzado la importancia de algunos personajes corno la amante del marido, y arrastrado a éste, hasta el suicidio, pues -según Visconti-, el público no habría tolerado que un infanticidio quedara impune. Hay también alusiones a la igualdad de la mujer, no sólo en el amor, en esta tragedia ,convertida en cuento moral de ambición popular, hermosas escenas y desmesurados diálogos donde se roza el melodrama y los personajes se presentan más como caracteres -el marido, la esposa, la amante, la madre-, que como seres humanos que de serlo, seguramente hablarían, amarían, y morirían de otro modo. Aquellos que gustan de los filmes de imágenes impecables en lo que a forma y colorido se refiere, no saldrán defraudados de estos alardes habituales en los que figurantes, cortinas, muebles, flores, recrean una época tan fielmente como los cuadros que cubren las paredes, más quien busque ahondar en ese mismo tiempo, en esos años decadentes y dorados, seguramente habrá lamentado que el maestro, puesto a hacer su gran retrato, en vez de D'Annunzio no eligiera a Proust. El atractivo Giancarlo Giannini, interpretando a Tullio, convence, aunque un poco teatral, limitado por su propio personaje. Laura Antonelli fía su trabajo a una cierta frialdad destinada a contrastar más tarde con, la belleza del desnudo. Jennifer O'Neill, bellísima actriz, cumple con sus registros y da un aire muy del estilo de Visconti...está soberbia. Este es el balance de El inocente. Quizá con él y pensando en el Palmarés de ese año, Visconti, como el Cid, ganó su última batalla después de muerto.
Es curioso que Visconti decidiera que el último plano de su última película sea la figura de una mujer que corre por un patio con niebla y que congelada nunca llega a su destino. Visconti daba oportunidades a sus personajes haciendo uso del paso de la noche a la mañana, como la que le es concedida a Gustav von Aschenbach en Muerte en Venecia. Sus oportunidades acabaron, ya que murió poco después del rodaje de ese plano. Así que en un gesto de arrogancia me consideraré, junto con todos los demás espectadores, portadora de esa nueva oportunidad que Visconti nos da a todos, de cambiar algo o, por lo menos, de intentarlo y de ser siempre fiel a los ideales, y afrontar cambios y eventualidades, ya que como persona madura, cuando me paro a pensar en lo que mas amo, como es el cine, pienso si todo me servirá de algo. Pero mi ánimo se dispara cuando tengo ante mi un plano de cualquier obra del maestro italiano y eso contesta a mis dudas. Nadie como Visconti pudo rodar dos películas sobre la nobleza italiana en tiempos diferentes, EL GATOPARDO y EL INOCENTE, con una exquisita dirección, belleza, matices y con actuaciones que, vistas con el tiempo, son sublimes en ambos casos. El Inocente, espléndida en su planteamiento, nos introduce de nuevo en el mundo del propio director que también conocía, desenmascarando su hipocresía, sus falsedades y sus miserias...y mostrando, ¡cómo no! la belleza de esos aristócratas. Laura Antonelli bellísima y Jennifer O´Neill, una actriz maravillosa, elegante, de mirada incisiva y con sobrados recursos profesionales y que no olvidemos, fué uno de los rostros más bellos de los setenta. A su lado Giancarlo Giannini cuya actuación me enamoró totalmente, queda a la altura de lo que puede esperarse en una obra de Luchino Visconti. Este film fue el testamento de uno de los más grandes directores que han existido nunca.
GRACIAS MAESTRO
Excelente obra póstuma de un director innovador, que aportó al cine belleza, suntuosidad, crítica, denuncia y valiosos elementos de reflexión.
Maravillosa última cinta del maestro Luchino Visconti, que nos regala un trabajo con todas sus señas de identidad, donde su perfeccionismo desborda la pantalla, donde su colosal puesta en escena roza lo sublime. Nadie ha retratado en el cine ha conseguido atrapar la esencia de la decadencia como Visconti, todos los que después han venido han tenido que beber del maestro, donde la fotografía de Pasqualino de Santis es portentosa creando el clima adecuado en cada momento para imprimir el dramatismo necesario para cada tramo, el vestuario de Piero Tosi es un actor más al servicio de la historia de estos aristócratas, los escenarios creados por Carlo Gervasi sirven para envolver el relato un aire rancio de turbadora sensualidad. Lo que la película plasma, Un precioso y elocuente alegato contra la arrogancia machista, que ninguna mujer debería perderse, y que los hombres deberían apreciar a ver si se bajan de esa nube en la que muchos se encuentran subidos. Una colorida ambientación en el reconocible ambiente aristocrático de Visconti, consolidan un filme de gran solidez argumental y que permite al director italiano congraciarse con la dignidad femenina por la que tan poco aprecio demostró a lo largo de su carrera.