LA NOCHE DE LA IGUANA

 

 

 

 

 

Tennessee Williams







Realizada por John Huston, segun la obra de teatro de Tennessee Williams, adaptada por el propio realizador. Se rodó en escenarios naturales de Mismaloya y Puerto Vallarta (Jalisco, Méjico). Producida por Ray Stark para la MGM, y se estrenó el 6-VIII-1964, en Estados Unidos. La acción tiene lugar en Virginia y en Méjico. T. Lawrence Shanon, pastor episcopaliano, rector de la parroquia de San Jaime en Virginia, es acusado de seducir y violar a una menor. Por ese motivo y a causa de trastornos de conducta, es apartado del ministerio e internado en un centro psiquiátrico. Después de obtener el alta, encuentra trabajo como guía de una compañía de viajes turísticos en autocar, de bajo coste. La expedición que acompaña está formada por profesoras de un colegio femenino de Texas, a las que se ha unido la alumna Charlotte Goodall, menor, caprichosa y voluble. La película se desarrolla como una suma de drama y thriller, que toca temas como el alcoholismo, consumo de drogas, el suicidio, el paro, la homosexualidad femenina, la ninfomanía, la prostitución masculina y otros. Explora el complejo mundo de un espíritu atormentado, angustiado y profundamente alterado por los problemas de diversa índole que ha tenido que afrontar recientemente y las frustraciones que han provocado en él. En un marco de desorientación y confusión, confluyen y se suman en su interior, deseos imperiosos, pero inviables, temores y miedos fundamentados, angustias psicóticas, y la pulsión vehemente del apetito sexual. De poco sirve la búsqueda de mecanismos para dominar la concupiscencia basados en las antiguas prácticas del castigo físico, como andar sobre cristales rotos... No encuentra disponibles los apoyos esperados: el de un amigo fallecido recientemente; el de una antigua amante alcohólica, preocupada por otros temas; el de una persona angelical bloqueada por una pasión lesbiana reprimida. El desarrollo de los personajes y de las situaciones es acertado. La tensión dramática sigue un crescendo que Huston administra con extraordinaria pericia. Secuencias que destaco... las escenas del baño en el mar de Shanon y Charlotte, el baile de Charlotte en el bar de la playa con Pepe y Pedro, la crisis de ansiedad de Shanon, el sensual baño nocturno de Maxine con dos muchachos en la playa.

 

 



Con una esplendida música de Benjamin Frankel, de aires dramáticos y misteriosos. Consta de 10 temas, de entre los que destaco el "Tema principal", que se superpone a los créditos iniciales, "Ana y Shanon", "Maxine y Shanon", "Las lavanderas de Méjico" y "El baño de Shanon". A todos estos se añaden dos composiciones mejicanas: "Mexicanerías" y "Cascadas", ambas a cargo de Pepito Villa. La fotografía, de Gabriel Figueroa, sobresale por el dominio del claroscuro, composiciones de notable belleza plástica, con la atmósfera opresiva que crea. Los diálogos están muy bien construidos por el propio Williams.

Shannon busca el aire fresco. El autobús opresivo y opresor circula por caminos de tierra y polvo. La humedad, el sol y el sudor. Shannon no pasa por sus mejores momentos, y lo que es peor, tampoco pasa por lo que sabe que serán los peores. En Puerto Vallarta existe un hotel.... En Puerto Vallarta sólo existe Maxine. Es madura, y por eso, por primera vez, la actriz Ava Gardner es humana. Su papada la trasforma en terrenal. El animal más bello de la Tierra se llama Maxine. Creo que es la primera vez que me ha entusiasmado la Gardner. Sexual y real. Alcohólica y libidinosa. Furibunda y acabada. Y sudor, mucho sudor que corre entre los pliegues de sus pechos, que cae gota a gota mientras hace el amor, porque aunque no se vea, Maxine practica el sexo aunque no sea con quien desea. Y está el mar. El mar siempre es poeta y el ron el papel donde se plasman sus versos. Hannah -Deborah Kerr- es el verso. Sensato, atento, fuerte y generoso. Escueto y eficaz. Quizá herido pero nunca derrotado. Y el mar....deja oír el golpe continuo de las olas. Se oye el viento que agita las palmeras. Se oye el sudor caer a tierra y se oye el agua de la botella. Toda la parte inicial, es sólo el trazado de una ruta. Un hombre que quiere olvidar revive un déjà vu, y le empiezan a perseguir sus demonios interiores y exteriores. Así que preso de furia y desesperación lleva su pesada carga a su nueva iglesia: el hotel de Puerto Vallarta. Pero en vez del sacerdote que regentaba el hotel, Fred, se encuentra con su viuda. Buscaba consuelo espiritual y se tropieza con Ava Gardner, que nada más aparecer parece que lleve tatuado en la frente: "Born to fuck". A partir de aquí toda la atmósfera desprende carnalidad hasta en las iguanas. Huston siempre ha sido uno de mis cineastas predilectos. Y aunque varios factores avalan dicha afirmación, Huston forma parte de ese selecto grupo porque, fundamentalmente, su forma de entender el cine encaja a la perfección con la mía. Ya sea a través del género negro “El halcón maltés”, “Cayo Largo”, “La jungla de asfalto”, “El tesoro de Sierra Madre”, “La reina de África”, “El hombre que pudo reinar” o de proyectos de carácter más personal e intimista “Fat City”, o las extraordinarias...“Vidas rebeldes” y “Reflejos en un ojo dorado”. Un cineasta de los de antaño, con una carrera repleta de obras maestras que siempre -o casi siempre- intentó respetar una premisa básica: fabricar películas de entretenimiento que no menoscabaran la inteligencia del gran público. Su publico, en el que me encuentro yo....Os he relatado los tres personajes centrales del film, tres interpretaciones de antología, la de Ava que cruza los océanos del tiempo... La noche de la iguana”, por apartarse de esa fórmula mágica que tantos éxitos le reportó a Huston, es similar a un experimento, porque su talante teatral concede excesivo protagonismo a los diálogos en contrapunto con la propia trama argumental, algo fundamental en todas los trabajos de Huston, porque su tono tragicómico tal vez le resta enteros a lo que yo concibo como cine hustoniano. No negaré que Williams también tenga parte de ‘culpa’, pero mi experiencia previa con otras obras adaptadas al cine de este mismo dramaturgo “Un tranvía llamado deseo”, “La gata sobre el tejado de zinc” no me hacían pensar lo mismo. De lo que sí estoy seguro es que el personaje interpretado por Richard Burton, el reverendo T. Lawrence Shannon, es absolutamente patético. Un ser desorientado y moralmente desamparado, que lejos de generar ningún tipo de empatía con el espectador, se comporta como una marioneta que bebe y parlotea sin descanso en un infructuoso intento por paliar sus frustraciones y reprimir su lujuria. Que conste, no obstante, que me refiero al reverendo Shannon y no al gran Richard Burton. Un actor que me cautivó en “¿Quién teme a Virginia Wolf?” o “La mujer indomable”. A pesar de todo adaptar una obra teatral de Williams, no es tarea facil, no, no lo es, su pluma está hecha para verla cuando se alza el telón.

 

 

 


Alcohol, frustraciones, sexualidad reprimida, miserias... En La noche de la iguana, Tennessee Williams volvió a combinar el abanico de ingredientes emocionales con los que ha estado experimentando a lo largo de toda su carrera. El director John Huston los envolvió en una atmósfera sofocante de aislamiento, calor y humedad, y, entre los dos, cocinaron una obra maestra a fuego intenso. El citado guión estaba basado en la obra que había triunfado en Broadway con Bette Davis como protagonista. John Huston consiguió un reparto estelar: Richard Burton, Ava Gardner, Deborah Kerr y Sue Lyon, que después de hacer Lolita se había convertido en un icono. Todos estaban en lo más alto de su popularidad. Consciente del impacto que podría tener la presencia de todas aquellas estrellas en el lugar de rodaje y de la revolución mediática que podrían ocasionar, Huston se decantó por una localización aislada. La película se rodó en la localidad mexicana de Puerto Vallarta que, por entonces, no pasaba de ser una remota aldea de pescadores. El elenco de estrellas se instaló allí durante semanas, en una convivencia que puede que sirviera para que los actores se acercaran al estado emocional de sus personajes. Una reunión de egos en la que todo hacía presagiar que saltarían chispas, más aún teniendo en cuenta que –todo el mundo lo sabía– no era difícil trazar en aquel grupo conexiones de tipo sentimental. Sin ir más lejos, Peter Viertel, marido de Deborah Kerr, había tenido un lío con Ava Gardner. Curándose en salud, antes de viajar a Puerto Vallarta, Huston reunió a sus actores y regaló a cada uno de ellos un revólver Derringer. "Dentro hay unas balas doradas en las que están escritos los nombres de los demás", les dijo. "Si las necesitáis durante el rodaje, utilizadlas, y así me evitáis a mí problemas". Contra todo pronóstico, nadie echó mano de su arma. Y eso a pesar de que, al parecer, el alcohol fluía, con un Richard Burton que desayunaba cerveza y una Ava Gardner que trataba de ahogar en alcohol la inseguridad que le provocaban algunas escenas. A Puerto Vallarta también se trasladó Tennessee Williams, que ayudaba a Huston cuando este se estancaba con algún diálogo; el novio de Sue Lyon, a quien el director prohibió acercarse al plató porque no dejaba de darse arrumacos con la actriz, y también Liz Taylor, que se instaló allí para acompañar a Richard Burton y que trabó una relación tan estrecha con el sobrino de un vecino que, meses después, volvería para asistir a su primera comunión. En sus memorias Ava Gardner sólo tuvo halagos para la Taylor y, ante tanta armonía inesperada en un rodaje que se preveía tumultuoso, la prensa desplazada hasta la zona no tuvo más remedio que entretenerse escribiendo acerca del lugar. La noche de la iguana supuso un antes y un después para Puerto Vallarta que, a partir de entonces, empezó a transformarse en un centro turístico. "Fue una bendición a medias", diría John Huston años después:


- “Las playas se llenaron de hoteles y grandes y edificios de apartamentos. Los habitantes se convirtieron en camareros, doncellas y policías. La mayoría de las tiendas están orientadas al turismo, pero el agua es potable, la fiebre tifoidea y el tifus casi han desaparecido. Los niños tienen tantas posibilidades de nacer vivos como en cualquier lugar de Estados Unidos y ahora hay escuelas”.

 

 




La noche de la iguana ganó en 1965 los Oscar a mejor fotografía, dirección artística y mejor actriz de reparto, para Dorothy Jeakins. Ava Gardner, sin embargo, ni siquiera consiguió una candidatura, ganó, eso sí, el premio a mejor intérprete femenina en el Festival de San Sebastián, y hoy todo el mundo coincide en que La noche de la iguana es una de sus mejores interpretaciones y una de las grandes películas de John Huston.


La noche de la iguana”, se estrenó en Madrid en 1964, y es claro que la censura pasó por ella. Tennessee tuvo el mismo problema en el Hollywood dorado. Sus obras, como en España eran consideradas “fuertes” y se rebajaban por esa inhumana censura moral. Las películas sobre obras de Tennessee desde “Un tranvía llamado Deseo” a “La noche de la iguana” se salvan por los actores hoy míticos que las interpretaron. En “La noche de la iguana” -algo subidos ya de edad, Tennessee habla de 40 años- Richard Burton, Deborah Kerr o Ava Gardner… Con todo recién vista, “La noche de la iguana” me ha vuelto a parecer magnífica: Un teatro literario, lírico y lleno de personajes como el propio Tennessee Williams, al borde del abismo, por libertad íntima e incapacidad de adaptarse a la vida “normal”. Todos somos la iguana atada que pugna por soltarse, en un hotelito de la costa mexicana del Pacífico en 1940. La mujer dura y deshonesta, el pastor expulsado y guía de viajes Shannon, que ha violado -parece que con todo consentimiento- a una menor. La extraña pintora Ana y su casi centenario abuelo, el poeta al que llama “Nonno”, que viajan por el mundo para buscarse la vida, y las puritanas que llegan al hotel Costa Verde, sobre el mar, guiadas y olvidadas con el extraño Shannon. Además los jóvenes chicos mexicanos, que alegran a Maxine, la dueña viuda. Tennessee poseía un extraordinario talento para dibujar vidas al límite, cerca del abismo. Y todo en una poesía bella y desesperada. Por supuesto la obra dramática es mejor que la película, con ser esta una obra mítica de culto. Tennessee Williams -no hay duda- fue genial y atormentado. Los grandes artistas aman una vida que detestan, sin contradicciones.

La bochornosa y sofocante atmósfera que Huston consigue recrear en ese hotel de Puerto Vallarta es magnífica, así como también algunos de sus mordaces y sarcásticos diálogos.... Pero por encima de todo me gustaría subrayar el tremendo escalofrió erótico que aportan Maxime y Charlotte a “La noche de la iguana”. La una en la playa y la otra, en el chiringuito. Hombre y mujer. Amor y lujuria. Ruina y salvación. Una noche, todos se encuentran. En efecto, haciendo honor a la obra de Tennessee Williams, John Huston nos cuenta una historia de amor, sexo, celos y conflictos vitales. Mucho ruido, muchos sentimientos, mucha pasión, la película llega a un nivel de exceso en el que es difícil respirar... Pero es una genialidad de film...Un sacerdote retirado, se dedica a hacer de guía turístico en México, acompañando a un grupo de profesoras. Entre ellas, viaja una sensual jovencita que muestra interés por seducirlo. La encargada del grupo despide al ex-pastor por su comportamiento, que se refugia en un hotel regentado por Maxine, antigua amante con la que mantiene una buena relación. Allí conocerá a Hannah, mujer rígida y anticuada que viaja con su abuelo. Las relaciones del guía con todas estas mujeres le marcarán para el futuro. La noche de la iguana es un estudio de la mujer en sus diferentes etapas vitales, y de la perdición del hombre. También vale como comedia negra repleta de pasiones conflictivas, sin perder de vista el humor satírico con que el director retrata a sus personajes, todos de una riqueza inmensa. Y es que aquí la tortura existencial no se lleva por dentro.

 

 

 



-"Un hombre acaba de experimentar demasiado con su saldo emocional. El mío se ha agotado"-.

Lejos de su intención de enderezar su caótica existencia, nuestro atormentado protagonista se verá inmerso en problemas angustiosos, debatiéndose entre sus tentaciones frustradas y su deseo de paz. Una noche que muestra lo más oscuro de las almas, del contraste entre los anhelantes sueños y la agridulce realidad.

La película tiene dos puntos fuertes: su procedencia teatral, que aprovecha muy bien las localizaciones caribeñas para desplegar la pasión entretejida por diálogos geniales, y un reparto extraordinario. Richard Burton, la víctima de su propia existencia; Ava Gardner, madura, sensual, desenfadada propietaria del hotel donde se alojarán; Deborah Kerr, artista etérea; y Sue Lyon, jovencita con ojos ardientes, que destila sexo por cada uno de sus poros. Medida al detalle, cada elemento tiene su función. Ninguna escena, por absurda que sea, ningún personaje, por secundario que parezca, ni ningún diálogo, por artificial que resulte, están dejados al azar. Desde la comicidad hasta la poesía, La noche de la iguana es, en su imperfección, un retrato perfecto de la condición humana, del comportamiento humano y su propia perdición..Hablaron los críticos de la nominación al mejor vestuario...¡Pero si los personajes son cuatro y dos de ellos aparecen con el torso desnudo todo el tiempo! Este dato se hace aún más inconcebible si miramos la edición de 1964 de estos premios y comprobamos que ese mismo año fue presentada la suntuosa "My fair lady". ¿Cómo se explica esto? La respuesta es sencilla: en aquellos años existía la categoría de "mejor vestuario en blanco y negro" y existe otra anécdota: como los actores principales se llevaron a matar... al finalizar el rodaje Huston les regaló sendas pistolas de oro con balas de plata para que pudieran, según sus propias palabras, matarse de verdad.

Se comenta la dificultad en las relaciones Williams-Huston a la hora de escribir el guión. Y es que aunque algunas opiniones hablan de libertad creativa del director en el guión, yo se que el dramaturgo escribió incluso algunas escenas... En todo caso, y si hubiera que afinar la partición en esta parcela, el brío y vitalismo de Huston gana la partida a las obsesiones psicológicas, represiones y símbolos tennessianos. Recomiendo fijar la atención más en el suave roce del director que en el del dramaturgo. La oratoria atea de Burton desde el púlpito hacia esos feligreses que han dado la espalda a Dios por contaminar los mares arranca con un presagio que aseguro, dará paso a una bellísima historia que arrasa los tabúes moralmente intocables de una América puritana, sin embargo en ciernes de abrirse a la contracultura. La crisis de fe que Burton arrastra hace de él un personaje huraño, controvertido, alcoholizado ante los sinsentidos que el mundo le devuelve. Por eso se debate entre conducir su vida hacia el plano de lo real o hacia el apogeo inconformista. A tal punto llega su desazón que la única esperanza con la que cuenta para recuperar su fe es la de echarse a nado hasta China. No cree en Dios porque no cree en su criatura más imperfecta: el ser humano. Los demonios que acechan a los personajes no son apaciguados ni por el Dios creador, ni por el ron de Puerto Vallarta. Tampoco por los nativos que bailan bajo la luna con Ava, en un ritual de apareamiento a tres bandas.

 

 

 



Un hermoso poema de un anciano enamorado del mar, acaba por espantar los miedos de los dos personajes principales. Luego aparece Deborah, personificada en una mujer optimista que de todo su vagabundeo por un mundo patético, extrae la sabiduría y templanza con la que relativizar esas luchas internas que atormentan a los humanos. Ella lo sabe: “sufrís el pánico, porque os gusta regocijaros en él”. Película rompedora: la figura que representa la mayor cota de rectitud es la de esa profesora histérica que deja escapar su frustrada condición sexual. Pero ahí está Deborah... Con todo y sus sabias palabras no hace sino dar lecciones desacreditando esas moralinas, como toda la de los seres humanos: estúpidas criaturas de un Dios que renuncia a auxiliarlos exorcizándolos de los temores que les atormentan. Que atormentan a todos excepto a la propia Deborah y a su entrañable abuelo, un compositor de poemas que surten el efecto de hermosas plegarias, para Ava y para Burton.... !!!Obra celestial de Huston.!!!... Tennessee es de lo mejor que ha dado el género teatral. Un genio que, como esas almas errantes que aparecen en sus obras y que no son otra cosa que reflejos de sí mismo, llegaba todo lo lejos que podía. Todos somos como esa iguana atada, que no puede andar más allá del extremo de la cuerda que la retiene. A menos que Dios juegue a ser Dios y la libere. Los elementos comunes que nunca faltaban en un pulsante drama de Williams son el calor tórrido, la adicción a la sustancias que proporcionan evasión y los espíritus alborotados y en continua búsqueda. El dramaturgo se retrataba, pedazo aquí pedazo allá, con recurrente insistencia y con una sagaz, irónica, despiadada y agridulce introspección. El gran artista que plasmó en sus dramas consumido por sus diablos interiores, resultando ser uno de los más lúcidos visionarios del dolor humano.


Una obra de la magnitud de “La noche de la iguana” significaba un desafío para quien se interesara en llevarla al cine. Williams era un reto espléndido para cualquier director que soñara con aunar literatura y cine en fusión gloriosa. Otros ya habían ofrecido su admirado tributo al insigne dramaturgo con rendido respeto a la esencia de sus creaciones, como Elia Kazan (“Un tranvía llamado deseo”), Joseph L. Mankiewicz (“De repente, el último verano”) o Richard Brooks (“La gata sobre el tejado de zinc”). Y Huston también se atrevió. Sabía que debería estar a la altura. Y lo estuvo. Su película es de lleno el universo Tennessee. Y nos atrae a él como la serpiente a la flauta del encantador. Para comenzar con los puntos fuertes, tenemos ante nosotros una fotografía de lujo. Un blanco y negro límpido y osado, tan mórbido como poético, tan exuberante como casi ascético. Un objetivo atrevido, descarado, franco, que sabe cuándo cuándo entrar en la sutileza y en la discreción. Y para seguir con elogios, está un Richard Burton que interpreta al reverendo Shannon con toda la ácida comicidad de un personaje a medio camino entre las dudas de fe y la autodestrucción. Con esos matices de humor del fracasado que opta por reírse de su sombra, Shannon es el antihéroe desaliñado de mente y de cuerpo, que destila un magnetismo casi animal. Una muy lograda caracterización para un personaje medio derrotado, medio vividor que no puede sustraerse a la belleza, ni a las tretas hábiles del escape que se halla en el fondo de una botella. .. Ni siquiera la mujer que te salva del demonio de la depresión, la mujer culta es la ganadora. En esta novela gana, la mujer sencilla, originaria del pueblo. Que al igual que una iguana en primavera ha luchado con sus armas rudimentarias por el amor de su vida.

 

 

 


Tennessee Williams fue declarado no apto para el Ejercito durante la 2ª Guerra Mundial debido a su expediente psiquiátrico, su homosexualidad, su alcoholismo y sus problemas cardíacos Desconozco si se perdió un buen soldado pero estoy plenamente convencido de que se ganó un excelente dramaturgo. Y es que con ese curriculum personal es imposible, a poco que se den determinadas condiciones básicas, no parir obras maestras. Y La noche de la iguana es una obra maestra de la literatura y del teatro. Y también lo es del cine, porque toda la sensualidad, la fuerza y la pasión que asoman en sus paginas, John Huston las hace carne. Y ahí están las carnes jóvenes de Sue Lyon, al más puro estilo Silvia Pinal tentando a Simón el Estilita, y las carnes sazonadas de una Ava Gardner cuya madurez consigue que nos creamos que está más que nunca a nuestro alcance. Y es que por si dos tazones de tal calibre no fuesen suficientes, el diablo le manda la tercera tentación en el cuerpo y forma de Deborah Kerr que, aunque seria, se deja ver y querer, y hasta tiene fantasías eróticas. El film es mucho más que un derroche de sensualidades varias. Es también un retrato de los conflictos personales íntimos de cada uno de los personajes. Instantáneas de sentimientos tanto en clave de humor como en clave de tragedia. Diálogos irónicos y chispeantes. Verdades amargas que no pueden ser silenciadas. Todo ello empapado en sudor. Esos sudores sureños en los que Tennessee se mueve como pez en el agua.

 

 

 

Para aquellos que alguna vez han pensado en dar un giro a su vida y encontrar su lugar en el mundo, esta es la película. Se trata del encuentro de tres personajes intensos y desubicados que llevan toda la vida luchando por encontrar su sitio individualmente. Cuando los tres coinciden en el espacio y en el tiempo, saltan las chispas y los acontecimientos se precipitan. El texto de Tennessee Williams es de una belleza increíble, además de ser uno de los pocos que transmiten una idea positiva de la vida. Vida en conflicto, pero un conflicto hermoso y productivo. Con nervio avanzan las imágenes de lo que es una obra de teatro entre escenarios perfectamente logrados, hacia una declaración de sentimientos por parte de todos los personajes. El guión de este autor de la obra se ve acompañado por una perfecta dirección que antes de nada nos quiere enseñar un tercer mundo reposado (en el río las lavanderas trabajando con los niños bañándose) y ese primer mundo en el autobús donde la cámara rebota de un lado para otro y las mujeres americanas cacarean sin parar o el abuelo poeta enmarca escenas poéticas con unas declamaciones que completan la fuerza del guión. Aparte de esa fuerza, la película tiene otros méritos que la hacen indispensable en el recuento del aficionado al cine. El final es de gran valía cuando el ex-reverendo encuentra en la dueña del hotel de la playa a su compañera y ella sonríe emocionada. Es un final muy adecuado porque ante la muerte del poeta, la marcha de su nieta y del autobús de turistas, ellos consiguen al menos un final liberador, como el de la iguana.

 

 


Nadie es perfecto, casi nadie despreciable, pasiones, odios y envidias, no se sabe bien a quien compadecer más y esta óptica indulgente e imparcial es el mejor valor del film. Huston interpreta el texto de Williams con cierta ironía, desdramatizándolo la tragedia de seres en busca de la felicidad, esa quimera que todos buscamos y que tanto cuesta encontrar. El ambiente mexicano es el Sur que en literatura es sinónimo de opresión dramática de asfixia existencial, el engarce Huston-Williams, dos mundos diferenciables, incluso opuestos que ofrece un resultado explosivo, muy adecuadamente servido, para una obra que retrata básicamente, una múltiple expulsión de demonios por un sacerdote. Pero todo ello no es posible sin actores como los de este reparto de lujo. Genuina propuesta de Huston sobre cómo dominar las tentaciones o la necesidad de alguien que nos modere, proponiendo como protagonista al propio clérigo y de reparto un rango que compone a varias generaciones, de modo que podemos juzgar a la sociedad al completo según experiencias y expectativas al tiempo que se asiste a un magistral producto de movimientos de cámara y fotografía que sobrepasan a la actualidad en el cine recorriendo Méjico con grandeza.

 

 


CASI TODO SOBRE LA OBRA DE TENNESSEE WILLIAMS


Las piezas dramáticas de Tennessee Williams han sido adaptadas en muchas ocasiones al cine, con enorme éxito. Las adaptaciones fueron dirigidas por los más grandes directores de su generación, desde Joseph L. Mankiewicz hasta John Huston. Dada la intensidad de las tramas y la riqueza potencial de sus atormentados personajes, la calidad de estas adaptaciones ha sido, en general, magnífica, y muy propicia para que actores de calidad expongan en ellas su talento interpretativo. Así, Elia Kazan dirigió en 1951 la primera adaptación al cine de una obra de Williams, Un tranvía llamado Deseo, interpretada por Marlon Brando y Vivien Leigh, que se cuenta entre las mejores jamás rodadas sobre un texto del dramaturgo; Daniel Mann llevó al cine La rosa tatuada, con Anna Magnani, en un papel escrito expresamente para ella y que le dio varios premios de interpretación, pero Magnani, al negarse a hacerla en los escenarios de Broadway, posibilitó una oportunidad para Maureen Stapleton. Richard Brooks llevó a cabo con la adaptación de La gata sobre el tejado de zinc, con Elizabeth Taylor y Paul Newman como protagonistas, una de las películas de referencia obligada si hablamos de las obras del genial Tennessee en la pantalla; y el mismo Brooks dirigió en 1962 la adaptación de Dulce pájaro de juventud, repitiendo con Newman y con la excepcional Geraldine Page, recreando esos ambientes entre sórdidos y claustrofóbicos que caracterizan las obras del sureño, aunque más suavizada con respecto al original que adaptaciones anteriores debido a la censura en los Estados Unidos, que ese mismo año se cebaba con Lolita (Stanley Kubrick). Joseph L. Mankiewicz estrenó De repente el último verano, con: Elizabeth Taylor, Katharine Hepburn y Montgomery Clift. Se convirtió casi desde entonces en una de las mejores traslaciones de su obra a la gran pantalla. Vivien Leigh repitió con Tennessee Williams en La primavera romana de la Sra. Stone, dirigida por José Quintero y acompañada por un juvenil Warren Beatty como el gigoló romano Paolo di Leo. Quizá no suficientemente valorada en su momento, pese a que gozó de gran popularidad, es una película a tener en cuenta. Otros títulos, no tan recordados pero que merecen una revisión, son: Verano y humo, de Peter Glenville, con una de las grandes interpretaciones de Geraldine Page junto a la ya citada Dulce pájaro de juventud, y Propiedad condenada, de Sydney Pollack, con Robert Redford y Natalie Wood.
A partir de los años 1970, las obras de Williams se llevaron más a la pequeña pantalla que al cine El zoo de cristal, con Katharine Hepburn; Un tranvía llamado Deseo, con Ann Margret; La gata sobre el tejado de zinc, con Jessica Lange; Dulce pájaro de juventud, con Elizabeth Taylor, pero aún encontramos una interesante aunque no definitiva adaptación de El zoo de cristal dirigida por Paul Newman, con Joanne Woodward, John Malkovich y Karen Allen, rodada para la gran pantalla.

 

 

 

 




Escribir sobre La Noche de la Iguana que hace años me entusiasmo en cine, ha sido un autentico placer como critico de cine, no siempre rozas con la yema de los dedos tan magno manuscrito, y no siempre tus ojos de cinéfilo están acostumbrados a ver las imágenes de una obra maestra capital del cine...Es, ante todo, un film complejo, dramático y bello, en la que ningún diálogo tiene desperdicio, ni ninguna acción que da avance a la acción narrativa.

 

Todo es imprescindible, los diálogos impresionantes, que hacen reflexionar y emocionan..

Esto solo lo destila las obras de culto como


LA NOCHE DE LA IGUANA



 

 

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