DOLOR Y GLORIA

 

 

 

 

 

 

 

 

Uno de los personajes en la película es Asier Etxeandia, que da vida a un actor con el que Salvador no se habla desde el estreno de su película varias décadas atrás. Una relación donde el perdón tiene mucha importancia y donde también surgen las enemistades en el sector de la cinematografía. Una estrella en caída libre y con problemas de adicción, al que el actor interpreta como si fuera real y que funciona como un co-protagonista brillante. Otras de las apariciones más esperadas en Dolor y Gloria son los de Rosalía, Susi Sánchez, Cecilia Roth, Raúl Arévalo o Julián López, entre otros. Parece que Almodóvar ha aprendido de la integración correcta y adecuada de estas apariciones, un hecho que en Los amantes pasajeros le pasó factura. Destacan dos jóvenes intérpretes que darán mucho que hablar. Uno de ellos es el pequeño que da vida a Almodóvar de niño: Asier Flores. Un jovencito cuya pasión por la vida y el amor a su madre traspasa la pantalla. Una regresión al pasado... De la misma forma, el personaje de César Vicente, un albañil analfabeto, señala uno de los momentos más polémicos de la cinta y que sin duda es una delicia para los seguidores del realizador. A esta posible polémica se le añade la del hombre casado, interpretado por el actor argentino Leonardo Sbaraglia, que supera su drogadicción y se reencuentra muchos años después con Salvador, el gran amor de su vida. Un hombre que sin duda sigue escondiendo sentimientos por el protagonista, a pesar de que ha rehecho su vida con diferentes mujeres y una familia. La primera premisa que surge tras visionar la cinta es que al título falta una palabra: deseo. El despertar del nacimiento sexual y sentimental, el deseo por los recuerdos perdidos, por lo que fue y por lo que puede ser, el deseo de superar los problemas… Un sentimiento que aparece repetido a lo largo de toda la cinta. Un anhelo expresado en la película que en ocasiones se presenta con metáforas cuidadas y elaboradas, que recuerdan a otras en las cintas de Almodóvar, como las de Hable con ella. El dolor es mostrado a través de los propios achaques de la edad de Salvador, pero también de las heridas abiertas más allá de lo físico. La película presenta la contraposición de la alegre infancia y la infelicidad de su vida adulta. Señala una serie de cuentas pendientes que hacen que el protagonista no pueda continuar adelante y que tendrá que revertir. Un estancamiento personal que afecta en su vida profesional y acrecienta sus dolencias y adicciones. Esto lleva a una reconciliación consigo mismo del personaje, pero también del propio Almodóvar.

 

 

Pero no todo siempre es malo, Almodóvar también presenta la gloria. Ese estado en el que los homenajes, las paces con los trabajos antiguos y las personas del pasado están presentes. Pero esta gloria está envenenada, pues supone la perdida de la intimidad, con la consiguiente fama, las constantes preguntas y curiosidad del público, o la falta del entendimiento de qué es lo que sucede, que mucha veces se convierten en acciones incoherentes del protagonista y una personalidad complicada. Es indudable que el estilo de Almodóvar es muy singular y diferenciado: personajes llenos de complejidades y secretos, encuadres y composiciones bellas pero naturales, el uso de metáforas visuales… El montaje de la cinta continúa en esta línea pero aporta mucho más. La estructura es distinta a la habitual a las que nos tiene acostumbrados debido a que los personajes aparecen y desaparecen de la nada. Un hecho que a priori puede resultar extraño pero que funciona a la perfección. La historia de Dolor y Gloria se centra en todo momento en Salvador y presenta golpes de efecto, con cápsulas de narraciones relacionadas que se insertan en la película, pero funcionarían perfectamente de forma individual. Este es el caso de los monólogos o las animaciones. Después de la muerte de José Salcedo, montador de las películas de Almodóvar durante más de 20 años, la duda de lo que vendría era una incógnita. No obstante, la riqueza expresiva visual y narrativa sigue presente en la edición, con ese nexo de cortes entre el pasado y el presente. No sólo la parte más visual y fotográfica de la cinta esta cuidada, sino que el nivel de sonoridad se trata con mucho cariño. La voz de Antonio Banderas evoca los recuerdos en todo momento en distintos planos, meciendo al espectador. De la misma forma repite en la creación de la banda sonora el compositor Alberto Iglesias, un habitual en el cine español y especialmente en el de Almodóvar, y que hace que la cinta se convierta en todo un ensamblaje perfecto. Nos encontramos ante una de las mejores cintas de la carrera de Pedro Almodóvar. El manchego se mueve como pez en el agua en el drama, contando esta historia con rasgos autobiográficos. Antonio Banderas da vida a un personaje a imagen y semejanza del realizador, con el recuerdo a su madre, interpretada por Penélope Cruz. Ambos con actuaciones sublimes y junto a la presencia de otras grandes actuaciones como la de Asier Etxeandia. Actores que se entremezclan con cameos profesionales y jóvenes artistas nuevos en una simbiosis perfecta.

 

El realizador continúa con su exitosa y singular visión del cine, aportando una mayor austeridad, pero como gran narrador nos lleva por un viaje emocional a través de un guión y un montaje excepcionales. Almodóvar cura de esta manera sus viejas heridas, donde el dolor y la gloria han estado muy presentes, pero también el deseo. El director se abre en canal, desnuda su alma y nos regala una maravilla de película que emociona hasta límites insospechados y que cierra una trilogía que empezó en 1987 con "La ley del deseo" y continuó en 2004 con "La mala educación". Salvador Mallo es un director que echa la vista atrás en su pasado y se enfrenta a su futuro. "Dolor y Gloria" narra una serie de reencuentros, algunos físicos y otros recordados después de décadas, de un director de cine en su ocaso. Salvador Mallo tiene mucho de Pablo Quintero en "La ley del deseo" y de Enrique Goded en "La mala educación", también incluiría yo aquí aunque en menor medida a Mateo Blanco en "Los abrazos rotos" por aquello de que es director de cine, pero al dotarlo de heterosexualidad queda excluido....hay mucho de Pedro en el. Y Salvador tendrá de P. Quintero y de E. Goded, pero sobretodo Salvador Mallo tiene mucho de Pedro, el piso del realizador manchego en el madrileño Paseo de Rosales se ha reproducido según me cuentan en un estudio con los mismos muebles y obras de arte hace las veces de vivienda del director. Antonio Banderas luce el corte de pelo y la ropa del realizador. Mi paisano no le imita, Pedro dijo que si lo veía oportuno en algún momento lo imitara, pero no, Antonio dijo que no, aunque en algunos momentos juegue con sus inflexiones de voz. Su composición es deslumbrante. Pedro dice que es la mejor interpretación de Banderas.

 

El éxito y el fracaso... ya lo decía Kipling, son dos impostores. Pero eso fue hace un siglo, lejos de diabólicas invenciones que miden logros, popularidad y fama. El éxito es más que nunca un escaparate en el que alguien se hace famoso de la noche a la mañana. Y, mientras estamos condenados al fracaso de creernos que eso es triunfar, Pedro Almodóvar nos lleva la contraria con lo mejor que ha hecho en los últimos años. Dolor y gloria puede pasar a la historia como la película más sobria del cineasta. Apenas reconocemos en ella los manierismos de sus anteriores películas. No hay ciervos galopando en la noche nevada como en Julieta ni injertos de piel o adultos disfrazados de tigre como en La piel que habito. Tampoco esa desvergüenza posmoderna que va desde Luci, Pepi, Bom hasta Los amantes pasajeros. Apenas un baile de Asier Etxeandia y un chiste de Julián López haciendo de director de la Filmoteca. El resto de la película respira una sencillez y una espontaneidad diáfanas que, por otra parte, le ha valido gran parte de su prestigio internacional. Sí, puede que Dolor y gloria pase también a la historia por ser el trabajo de Pedro Almodóvar que gusta a quienes no les gusta el cine de Pedro Almodóvar. La película número 22 del manchego arranca con su protagonista, el cineasta Salvador Mallo, hundido. Es una imagen literal, sumergido en una piscina y metafórica...es un hombre deprimido. Sus dolores físicos y de espíritu son enumerados en una secuencia animada por Juan Gatti y,  Almodóvar le pone a leer El libro del desasosiego y Nada crece a la luz de la luna, de Torborg Nedreaas. Sus glorias de cineasta famoso, en cambio, son presentadas siempre en un segundo plano, con hastío, como si careciesen de importancia; o, en el mejor de los casos, con cierta ironía. La proyección en la Filmoteca de su película de culto, Sabor, posibilita el reencuentro de Mallo con su actor principal, al que nunca perdonó su interpretación en la cinta. Este le recuerda la retrospectiva que la institución le dedicó en el año 2017, le devuelve la memoria a Salvador. Son recuerdos de su propia vida, el primer deseo homo erótico, la España cateta y beata de su infancia, el gran amor que regresa, Madrid en los años 80, el descubrimiento del cine, el vacío y la culpa por la muerte de su madre, transformados en arte, los que sacan a este cineasta de su terrible desaliento. Y, si bien esas secuencias del pasado son correctas y sugerentes, es sobre todo el presente de Mallo lo que convierte Dolor y gloria en una película sobre la soledad del que lo tiene todo. Como producto cinematográfico, es el trabajo más emocionante de Almodóvar.

 

 

 

 DICHO POR PEDRO:

- "La película será recordada como la más valiente, desnuda y más reveladora, una especie de "ocho y medio (8½)" de Fellini, un director de cine que, a una edad madura de repente no sabe para donde va a tirar, el personaje que interpreta Antonio, protagonista absoluto de la historia está sumido en una crisis creativa, como el cineasta de 'Ocho y medio'. "Dolor y gloria" es pura catarsis. Salvador Mallo, su alter ego, va mucho más allá que otros personajes de mi filmografía. Mi película no es una historia de mujeres como otros films, al igual que las dos anteriores de esta trilogía, esta marcada por el protagonismo masculino. Al contrario que Julieta, Dolor y Gloria será una película con protagonistas masculinos, Antonio Banderas y Asier Etxeandía, donde también recupero a dos actrices que adoro, Penélope Cruz y Julieta Serrano, en personajes secundarios esenciales...La película está plagada de auto referencias que tanto me encantan, vamos a encontrar a Mina, a Chavela Vargas, a Alaska y Dinarama, sus rojos y azules saturados y en contraste. Referencias y símbolos que me llevan hasta "La mala educación", "Volver" o "Todo sobre mi madre", en "Dolor y gloria" como siempre y tanto me gusta ese colorido se mezcla con momentos rurales y también con la soledad y la enfermedad."-

 

Julieta Serrano y Penélope Cruz interpretan a la madre de todas las madres de la filmografía de Almodóvar, el papel de la madre es imprescindible y omnipresente, la madre sigue siendo uno de los personajes clave en la filmografía de Almodóvar. Son muchas las actrices que han tenido el privilegio de darles vida. Jacinta, así se llama la madre en la película, como Chus en "La flor de mi secreto", con este papel hace una declaración de amor a su madre, es quizás lo más íntimo que puede haber en la película, ellas están maravillosas, y aunque se denomine una película "de hombres" ellas están extraordinarias, no solo Julieta y Penélope, también Nora Navas grandísima actriz que trabaja por primera vez con el director, Cecilia Roth que vuelve  una vez mas, Rosalía que debuta en el cine con un pequeñito papel y la ganadora del Goya a la mejor actriz Susi Sánchez, tremenda actriz que vuelve a repetir con Pedro, de hecho sale en las películas del manchego ininterrumpidamente desde "La piel que habito"....Es una película que emociona, llega y te traspasa.

 

De la cueva al cielo. O de cómo utilizar tu vida para urdir sabios embustes fulgurantes. Pedro Almodóvar quizás tenga mal carácter y lleno de amargura, pero no creo que haya nadie que pueda poner en duda que es uno de los artistas españoles más interesantes, inquietos y perdurables del último medio siglo. Su insolente personalidad y sus inimitables fabulaciones nos acompañan desde hace ya ocho lustros y si bien llevaba más de una década sin realizar nada interesante ni a la altura de su talento. Ahora nos ofrece una de sus obras más redondas, perfectas y sugestivas, un portentoso melodrama que transita sin pudor ni remilgos la ficción autobiográfica, lo tragicómico y el angustiado ensimismamiento melancólico con envidiable garra, maestría, elegancia y sabiduría. Tanta destreza no es una casualidad, sino señal de madurez y talento. Quizás sea esta la mejor obra de su autor hasta la fecha – aunque desde luego no es ni la más graciosa, ni la más diáfana ni la más embaucadora. Estamos ante una sutil síntesis de su estilo, de sus orgullosas raíces, de sus sempiternas obsesiones y sus variopintos desengaños, pero sintetizando todo ello hasta convertirlo en una historia indeleble repleta de añoranzas, ensoñaciones y fragmentos que sin rehuir la sinceridad se travisten de obstinadas ilusiones y medias verdades que nos recuerdan que sólo reescribiendo nuestros recuerdos más emponzoñados somos capaces de superarlos y seguir adelante. Este tardío y juicioso florecimiento de la evocación pudiera hacernos pensar que al artista le ha dado un ataque de honradez, pero nada más lejos de la realidad. Lo que aquí nos muestra es su peculiar manera de canibalizar, tergiversar y trascender su propia biografía hasta convertirla en Arte. Ya lo dejó dicho Mario Vargas Llosa al hablar de la esencia intrínseca de la novela: la Verdad de las Mentiras. Y una vez más, Almodóvar consigue aquí que todos sus actores sean sus más feroces cómplices y devotos aliados, al sacar lo mejor, lo más perdurable y profundo de su amplísimo elenco artístico. Ante todo, es de justicia alabar el portentoso trabajo de Antonio Banderas: cada gesto, cada palabra, cada silencio es un compendio de pericia, emoción y buen entendimiento. Se mimetiza con su creador hasta casi volverlo indistinguible. Pura filigrana de orfebrería. A igual altura brilla Julieta Serrano. Pero sería injusto no mencionar también a Asier Etxeandia, Penélope Cruz o Leonardo Sbaraglia. Quizás no sea del agrado de todo el mundo, ni resulte fácil reconocer sus muchas referencias y conexiones. Pero bordea la perfección y es una joya.

 

 

 

Sus últimas películas fueron productos desvaídos, e incluso, sin estilo...Lo cierto es que no esperaba mucho de su último trabajo, pero cual no ha sido mi enorme sorpresa cuando me he encontrado al mejor Almodóvar, al artista que definió un estilo propio en el cine español de los ochenta, que se ganó por derecho propio un puesto en el Olimpo del cine. La vuelta a su universo, a su particular idiosincrasia, a la vez vulgar y exquisita, cómica y trágica, a la vez cruel y dulce ha supuesto hacer la mejor película de toda su carrera. Eso sí, es una película que huele a epílogo... Porque pienso que después de "Dolor y gloria", ya tiene muy poquito que contar. Y no es porque su vida no haya sido fascinante, sino porque creo que se ha desnudado hasta las trancas, porque en esta película llegamos hasta los huesos mismos del director: esa especie de autorretrato parece haber sido hecho con un TAC, explorando la vida del director capa a capa; desde las drogas hasta el éxito. Desde el pueblo manchego hasta recorrer el mundo entero. Desde las tortuosas relaciones con los que trabaja, hasta la entrega incondicional a sus amantes y amigos. Una montaña rusa de sensaciones con una factura deslumbrante, como pocas veces ha hecho en su carrera. Y en este viaje orquestado con exquisita elegancia, un solista que ha trasladado todo Almodóvar en una interpretación. Porque solamente alguien que conociera tan bien al director como Antonio Banderas, con el que lleva casi 40 años trabajando, ha podido transmutarse en el director manchego. Todo su ADN destilado en un personaje.

 

 

 

 

Si a lo largo de toda su filmografía eran recurrentes sus particulares historias...la homosexualidad, la relación con su madre... y a través de otros personajes que por resonancia, transmitían todo eso, en esta ocasión se ha personalizado muchísimo más. Almodóvar ha sido lo suficientemente inteligente como para saber jugar con habilidad en la ficción, y no estamos hablando de un legado documental sobre la vida del director, pero si que encontramos sus reflexiones, sus posturas, su modo de ver la vida, el amor, la amistad, el arte, el cine o la cultura. Con la irreverente y a la vez curiosa mirada que le ha caracterizado, recuperando de un plumazo toda su frescura, superando con creces sus mejores películas, "La Ley del Deseo" ,"Hable con  ella" o "Todo sobre mi made". Porque ya no necesita poner en voz de personajes su mensaje. Este ejercicio de madurez cinematográfica además se demuestra por la profundidad y calado de la historia. O mejor dicho, de las historias, porque tenemos varios planos de existencia, que en paralelo van contando todos los arcos arguméntales, sumándose y engordando el mensaje. Impresionante, realmente increíble cómo ha sabido destilar todo su saber cinematográfico en una cinta que te atrapa por su demoledora complicidad, por su elegante y minimalista factura, por sus diálogos realmente maravillosos, en su punto justo de tono en cada secuencia, desde momentos de comedia antológicos, como una conferencia en la filmoteca nacional a través de un teléfono móvil a otros de entrañable ternura como las secuencias con la madre o de drama y redención, los encuentros con el antiguo amante, o con el actor con el que se peleó hace años...-Realmente, es lo mejor que ha hecho. Porque desnudar el alma tan profundamente no es nada fácil. Pero aquí está conseguido, encontrándonos todo sobre Almodóvar.

 

La dirección de un Almodóvar maduro con un excelente guión de él mismo que acierta a hilvanar con gran verismo y estilo propio, vicisitudes diversas, atrás y adelante en el tiempo, con evidentes signos autobiográficos, siempre desde la soledad de saberse solo, para decirnos a todos los espectadores que eso es lo que hay tras el muro del éxito. Solamente un artista de envergadura y con la experiencia y sabiduría que dan los años podría hacer tan dura confesión. Se muestra al desnudo, tal cual es, sin exhibicionismo... De manera sencilla, que es la más difícil de todas las formas de expresarse. Estamos ante una de esas películas con un guión elaborado, cromatismo inequívoco con colores fuertes en la ambientación, ambientación que estimula los sentidos del espectador que vive una historia dentro de un carrusel de colores. Este film es una obra con enjundia, propio de un artista experimentado y con cierta edad. Pensemos que siente su vida actual, como él mismo ha explicado, como un encadenamiento de privaciones que intenta encontrar en su obra consuelo: “Fabular se antoja en el ideario de Almodóvar una forma bastarda, tal vez imposible, de modificar o mejorar la realidad "

 

 

 

Quien vea la película observará que hay un reflejo personal, un Almodóvar abierto ante el espejo de la pantalla, tanto en el plano personal como artístico: impulsos, fracasos, logros, desengaños y alegrías. Y para que esta sustancia testimonial se dé en todo su esplendor, Almodóvar hace gala de un depurado estilo y una elegancia formal de excelencia donde traza una vía regia para que lo podamos conocer mejor. No sé si es obra de madurez, intento de autobiografía, homenaje a una madre.... Almodóvar ha abierto su propio cajón de sastre y ha creado una historia. Esta es la película. Una película serena, que va y viene entre vivencias y recuerdos. Tiene pinceladas de lo que siempre ha caracterizado sus películas, las ambientaciones, los colores, las relaciones difíciles, los personajes torturados por el pasado, los diálogos chispeantes a los que nos tiene acostumbrados. Pero hay algo diferente, una suavidad que no había percibido en ninguna de sus obras anteriores, y pasó a hablar del trabajo de los actores. Y esto es para mi lo mejor de lo mejor. Antonio Banderas lo borda. Literalmente. Su personaje (ese posible Pedro), no solo está tan bien caracterizado que convence, sino que en algunas escenas habla y talmente estas escuchando a Almodóvar. Asier Etxeandia, hace una interpretación excepcional y lo borda. Hace su papel de forma magistral. Arranca como una persona algo superficial y luego le descubres un fondo lleno de matices diferentes y cautivadores. Penélope pues haciendo de mujer de pueblo, similar a Volver. Ni una escena de sexo, a pesar de lo fácil que lo tenia para sacarse de la manga unas cuantas escenas de las suyas. Y no sabéis como lo agradezco para que se callen la boca todos los que dicen que ese es uno de los sustentos de su cine. Pues aquí no. Un desnudo integral, un beso chulo y punto. El reencuentro entre Salvador y Federico es muy bello, en el sentido literal de la palabra. Como se miran, como notas la magia entre ellos....y ahí queda. El colegio, el coro de niños... ni una insinuación a nada más. La ternura de Salvador con su madre. La declamación del actor Alberto (Asier) en el teatro es magistral. Y el final...Un Almodóvar contento con la vida, maduro. Soy fan suyo, cuando he salido del cine me he sentido orgulloso de serlo y dispuesto a seguir siéndolo.

 

 

La narración se desliza con la suavidad de los grandes maestros. Almodóvar ha alcanzado ése punto en el que el ritmo narrativo fluye con la maestría que lo hace las últimas películas de Woody Allen. Las interpretaciones son extraordinarias, nada sobreactuadas y transmiten sinceridad. Por el argumento y siguiendo la tradición de Almodóvar, estamos ante un melodrama ésta vez contenido, que deja fluir las emociones y que precisamente por ello, arranca las lágrimas sinceras del espectador. El protagonista repasa a lo largo de la cinta sus relaciones con su antiguo amor, su infancia, la relación con su madre, con sus profesores en el colegio, logrando momentos de gran emoción y de mejor cine. Punto aparte merece el tratamiento de la imagen y especialmente del color. No hay escena en la que el juego de colores no forme parte de la narración aportando siempre sugerencias. Al igual que la banda sonora contribuye a que el conjunto alcance un ensamblaje perfecto. En definitiva, estamos ante una gran obra... el maestro ha vuelto. Yo siempre digo que el mayor activo de Pedro Almodóvar es que uno ve dos minutos de un film suyo y automáticamente adivina que se trata de una película de él. Tiene un sello personal precioso y único. Dicho esto, ¿cuándo se olvidó este director de que hay que contar una historia que tenga interés y capte la atención del espectador? El último guión de Almodóvar que me enganchó fue “La mala educación”, digna de tener en cuenta.

 

 

Se ha escrito tanto de Almodóvar que uno se pregunta, ¿qué añadir?.... Cuando uno ve esta película en pantalla grande es consciente de la importancia  de estar viendo algo que ya es casi historia del cine español. No lo digo porque de alguna forma crea que es la mejor película de su director. Creo que hay otras que artísticamente tienen más arrojo, más osadía. Incluso creo que hay otras más almodovarianas en el sentido más extravagante del término. Dolor y gloria es una obra de un poder propio del Almodóvar en su mejor momento. Esos trabajos con una retrospectiva de vida, la vuelta a la infancia, las cicatrices del pasado mezcladas con el drama presente. La fotografía, quizá la mejor en su filmografía, es impecable, Alcaine no necesita presentación, este hombre trabajó en la fotografía de El Sur de Víctor Erice. El guión es ágil, con momentos dramáticos que funcionan, con destellos de humor pero con evidente freno. No es el Almodóvar típico del desenfreno y caos. Es un Almodóvar mucho más sobrio y por eso quizá vaya a conectar con más público que sus otras obras. Hay muy poco momento extraño. La primera escena en el río es hermosa, la escena del niño y el joven al bañarse en la casa, también el monólogo de Asier Etxeandia, y las transiciones pasado-presente están conseguidas. Almodóvar juega informalmente pero sin ingredientes de ego. El manchego confiesa sus miedos, sus dolores, sus angustias que lo han marcado en el camino de la gloria. Los personajes de la película son bocetos aficionados de la vida y lágrimas del director, que quiere hacer cómplices a los espectadores de su recorrido. La trama, en ciertos momentos, se enfría por la descontextualización de ciertas escenas. Almodóvar salta hacia el pasado en varios momentos, sin mucho sentido al principio, pero con la intención de ir vertebrando una pieza filmografía que se acaba exhibiendo en todo su esplendor al final de la película. Dolor y Gloria, aplaudida con vehemencia por muchos críticos, ha recibido matices negativos por la baja empatía que pueden producir ciertos actores. Más allá de la realidad, el protagonista no ironiza, ni imita ni caracteriza a Almodóvar. Vertebra un personaje con sentido, sentimiento y dolor, mucho dolor. El deseo y la sexualidad, temas recurrentes en los filmes del director, son también ingredientes vertebrados a partir de la visión del Salvador más niño, cuando los descubrimientos y los primeros deseos afloran desde la más sentida pureza. Dolor y Gloria es un monólogo en la cueva, un canto de sirena sobre sí mismo para alejarse del sufrimiento, para desempolvar la vejez y contener una emoción muy sentida. Los detractores del manchego, si se liberan de sus prejuicios, se encontrarán con una película sincera, pasional y emotiva. Los simpatizantes y acérrimos de Almodóvar disfrutarán de un viaje a uno de trabajos cinematográficos más distinguidos que se ha hecho nunca. Reencontrarse, estimar, mirarse a los ojos, confesar las angustias. La gloria es inaccesible si no se siente dolor. Duele, sí, pero vale la pena. Disfruté muchísimo durante la proyección... la impresión final fue que “Dolor y gloria” puede situarse en el Olimpo del universo Almodóvar, junto con “Volver”, y “Todo sobre mi madre”.

 

La película va de menos a más y me costó entrar en las escenas del presente en la parte inicial, aunque en esos minutos hay una de las situaciones mejor trabajadas y que está narrada por la voz en off de Antonio Banderas, cuando hace una disección de los dolores de columna y las posibles consecuencias. También está muy bien trabajado el asunto médico y farmacéutico, ya que refleja bastante bien las consecuencias de sufrir los problemas de salud del protagonista, los tratamientos empleados y la valoración de los doctores. Me interesa mucho todo lo que sucede cuando Salvador era un niño, con unas conversaciones entre madre e hijo que en algún momento me emocionaron, aunque ese personaje infantil y su entorno pierden importancia en la parte final. Si tengo que elegir unas actuaciones secundarias me quedo con las de Julieta Serrano y Nora Navas, la primera tiene varias escenas con una gran carga dramática y la segunda tiene un cambio de registro creíble para adaptarse. En los minutos finales, sobre todo desde la escena que se desarrolla en la Filmoteca, la película va creciendo hasta terminar bastante bien, y cerrando cada una de esas historias que giran en torno al personaje principal.

 

 

 

 

Dolor y Gloria es una película apasionante porque en cada escena hay una clave que podría analizarse, o es como un ramillete de significados: visualmente, el plano rojo y blanco. Es la película en si misma, pues delante del artificio escénico, está la representación, y delante de ella la narración, la reconstrucción del recuerdo, y delante de ella, por obra de un prodigioso movimiento de cámara, está el intérprete delante de nosotros, como si hubiese escapado de la pantalla para contarnos una realidad que es real, y al mismo tiempo, no lo es.

Nunca he visto un final que diga tanto y produzca tanta belleza.

 

 

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