LA REINA CRISTINA DE SUECIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 Una de las películas más y mejor recordadas de la actriz. Exalta la fortaleza y la independencia de una mujer ejemplar, que se enfrentó a convenciones sociales, prejuicios y tabús de su tiempo. Película inmortal que sobrevivirá a todas las otras, Garbo en su plenitud absoluta en su mejor film y sentando las bases de lo que es un mito y una leyenda inolvidable. El papel de la Reina Cristina que es de lo más difícil de encarar y sólo un talento descomunal como el de la Gran Greta pudo resolverlo con la mesura, elegancia y misterio de la gran divina. Una interpretación que ninguna otra actriz de ésa época podía enfrentar, el de una mujer que reina sin dejar su femineidad de lado, una personalidad avasallante con un toque andrógino que le calzaba a la perfección, sin maniqueísmos ni gestos exagerados todo en el punto justo y con un rostro y unos ojos que hablaban sin necesidad de articular palabra. Una fémina de carácter con sus ideas claras y una presencia arrolladora que cortaban el aliento al público. John Gilbert como el objeto de su afecto la acompaña al unísono formando ambos la pareja soñada. Nunca una actriz fué tan grandiosa y perfecta como Garbo. La dirección cohesiona la obra y la eleva a la categoría de gran drama de época. La acción principal tiene lugar en la Corte de Suecia entre 1647 y 1654. Narra la historia de una muchacha que a los 6 años fue proclamada reina de Suecia tras la muerte de su padre, el rey Gustavo Adolfo II. La película exalta el espíritu libre, independiente y desenvuelto de la reina, condicionado por las presiones, maniobras y conveniencias de la Corte. Sus grandes aficiones son equitación, caza, lectura, cultura, artes y ciencia. Velázquez, Calderón, Molière y Descartes son maestros que ella cita. Su apuesta inquebrantable por el matrimonio por amor la enfrenta con la Corte. Rechaza la propuesta de matrimonio de Felipe IV de España y se enamora del embajador español, Antonio de Pimentel. Ciego de celos, Magnus no duda en levantar al pueblo contra un posible enlace de la reina con un personaje extranjero y católico. La película trata, con elocuencia y respeto, la ambivalencia de la orientación sexual de la reina. Ocasionalmente viste de hombre por razones de comodidad o para ocultar su identidad. La atracción que siente por su ayudante de cámara, Ebba Squarre, está tratada con naturalidad y elegancia. Apuesta por la paz, de modo inequívoco, lo que la lleva a firmar un tratado con los países vecinos y a negociar otro con la Inglaterra de Cromwell. La película contiene varias escenas antológicas: la fijación en la memoria mediante el uso de los dedos y las manos de los objetos que pueblan la alcoba de su primera experiencia amorosa, su postración en el trono una noche de soledad, angustia y oscuridad y la escena final con ese movimiento de aproximación al rostro.

 

 

Uno de las mejores películas de la historia del cine. La Garbo exigió reemplazar a Lawrence Olivier por su amigo y ex-amante John Gilbert, ya pasado de moda desde la llegada del sonoro y, además, hizo que ésta fuese la película en la que mejor fotografiada aparece. La historia de esta reina del siglo XVII es sublime. El director consigue su mejor película a base de planos que parecen pinturas barrocas de la época en blanco y negro. Cada primer plano de la gran Greta es insuperable y consigue una poesía rara de ver en el cine comercial de Hollywood. Momentos míticos los hay a montones: la reina tocando los objetos de la habitación en la que ha estado con su amante para "memorizarla" al compás de la extraña y melancólica música de Herbert Stothart o ese travelling hacia su rostro en primer plano al final del filme, cuando la vida de la monarca cambia para siempre. Al preguntar a Mamoulian qué cara poner, éste le dijo a la Garbo que pusiese "cara de nada" y precisamente por eso, cada espectador interpreta el final de una forma. Gran historia de amor, gran personaje , gran historia de una mujer que se sentía sola e incomprendida en el poder. Aunque la verdadera Cristina de Suecia fuese distinta, nada importa, esta obra maestra es una joya aún muy escondida que dará gusto ver durante muchos más años. Única película de la actriz dirigida por Mamoulian. Rodada en los estudios de la Metro.

 

La fotografía ofrece magníficos primeros planos de la actriz, mueve la cámara con soltura y aporta travellings muy acertados, entre los que destaca el de alejamiento desde la imagen de la reina hacia el exterior de la puerta de acceso al salón de recepciones. El guión combina hechos reales y de ficción, con unos diálogos excelentes de Sam Behrman y presumidas de Antonio Pimentel. La interpretación de Garbo trasmite soltura, naturalidad y el aire de mujer atormentada, divida entre el amor sincero y los deberes de la Corona. Hereda el trono su hija Cristina, que desde la infancia se entrega en cuerpo y alma a los problemas de estado, lo que la lleva a renunciar al matrimonio con el príncipe Carlos Gustavo, héroe nacional y el pretendiente preferido por todos. Sin embargo, Cristina se enamora profundamente de Don Antonio, un español. Esta película nos plantea algo mucho más interesante que el reinado de Cristina, que de por sí podría haber resultado interesante. Nos plantea el gran dilema de una reina, que pese a ser una mujer, un ser humano con sus debilidades y pasiones, tenía que renunciar a sí misma para servir a los intereses del Estado. No había sitio para el amor, ni mucho menos para la libertad de elección. Pero el personaje que representa Greta Garbo irradia una fuerza incontenible, y consigue que todos admiremos a la reina y, sobre todo, a la mujer. Su fuerte personalidad y su sensibilidad, que la capacitan para llevar adelante con acierto a su país, la animan a no desoír su voz interior y luchar por lo que ella cree y por lo que ama. Magnífico mensaje, que defiende la libertad de los individuos para elegir su destino, como oposición a las pesadas cadenas que a menudo se les quieren imponer. Como dice Cristina: "Nuestra vida es lo único que tenemos", resumiendo en una sola frase todo el conflicto que pesa sobre ella. Con imágenes poéticas, magníficos escenarios de la corte y de los gélidos paisajes suecos, dotada de una sensibilidad que nos hace experimentar los anhelos de la reina, estamos ante una película de extraordinaria belleza y un guión casi impecable, regalándonos hermosos diálogos. Y, como siempre, Greta Garbo está en todo su esplendor y llena la pantalla no sólo con su belleza, sino con la fuerza de una interpretación sublime que justifica sobradamente su aura legendaria. Una gran película que recomiendo a todos los que se interesen por los grandes dramas románticos... Si alguien necesita convencerse del misterio de la Garbo, de su talento mágico, su papel en la Reina Cristina de Suecia del siglo XVII es un persuasivo argumento de su genio.
 

 

He leído una critica, cuya idea comparto en gran medida. En Gran Hotel Greta Garbo estaba bien pero el guión chirriaba por todas partes, en Ninotchka gran parte del éxito se debía a Lubitsch y a los guionistas, entre ellos Billy Wilder, pero en La Reina Cristina de Suecia está genial por ella misma, sin rival. La interpretación de Gilbert es muy buena, aunque decirlo así no deja de ser injusto con un director de fotografía (William Daniels) que mima a la diva, en primeros y en primerísimos planos, con una presentación espectacular bajo el ala de un sombrero ó en un final de los que incluir sin duda entre los mejores fotogramas. ¿Qué pensaba Greta Garbo mirando al frente sobre la proa del barco? Esa fue la pregunta que flotaba en el aire cuando los espectadores abandonaban las salas de proyección. Mamoulian respondió

- “Nada, absolutamente nada”.Tal vez, y esto es un tiro al azar, pensase que acababa de interpretar el papel de su vida"-.

Los profanos en historia sueca entre los que me cuento, desconocemos si la verdadera reina Cristina fue una dama con el temperamento que se refleja en la película pero la interpretación de la divina actriz sueca, que aquí justifica plenamente su apodo, es absolutamente convincente, pleno de carácter, fuerza y temperamento. Bien dirigida por Rouben Mamoulian nos ha dejado secuencias absolutamente únicas y magistrales como la cabalgada sobre la nieve, el recorrido amoroso por la habitación de la posada, la contención del populacho ó la salida del salón real entre la corte arrodillada e implorando. Escenas a las que ha de unirse sin duda alguna la escena final ya citada, cabellos al viento, cual mascarón de proa fijo en nuestros recuerdos cinéfilos.

Producida por Irving Thalberg pero con el control total de Greta Garbo -fue ella quien eligió a Rouben Mamoulian como director- la película narra el reinado de Cristina de Suecia, desde la muerte de su padre hasta su abdicación en 1654 a los 28 años, centrándose fundamentalmente en su amor por Don Antonio, embajador de Felipe IV, y en las dificultades para separar los asuntos personales de los asuntos de estado. Relato en parte histórico y en parte ficcional, alegato ligeramente feminista con toques de lesbianismo bastante explícitos, la relación con la condesa Ebba, refleja muy bien las preocupaciones políticas e intelectuales de la reina y su choque frente a la razón de estado. Narración soberbia, basada en un guión brillante, con la colaboración del dramaturgo Samuel Behrman- con una gran factura técnica y estética y con un enorme sentido artístico, en parte gracias a la depurada fotografía de William H. Daniels, la película está llena de elegantes sugerencias y detalles inteligentes con algunas escenas para la historia del cine: toda la escena del dormitorio con el embajador español hasta la mañana siguiente cuando acaricia las paredes y observa todos los objetos tratando de “memorizar la habitación” en la que ha pasado su primera noche de verdadero amor, la escena de la soledad de Cristina tras la marcha de Don Antonio, por no hablar del mítico plano final. Greta Garbo, en la cumbre de su carrera, está excepcional, con una expresividad conmovedora que tanto debía al cine mudo, sin que ello sea menoscabo alguno en uno de los mejores papeles de su carrera, trasunto de su propia vida y totalmente identificada con el mismo, junto a un chispeante Gilbert Rowland que, pese a las enormes e insalvables dificultades, incomprensibles hoy en día, que tuvo para pasar al cine sonoro, está magnífico, un error de la actriz fué que Lawrence Olivier consiguiera apartarle del reparto...""IMPERDONABLE""... A más de 80 años desde su estreno sigue siendo una obra maestra.

La película está llena de elegantes sugerencias y detalles inteligentes con algunas escenas para la historia del cine: la escena de la soledad de Cristina tras la marcha de Don Antonio. Greta Garbo, en la cumbre de su carrera, está excepcional, con una expresividad conmovedora que tanto debía al cine mudo en el mejor papel de su vida, a la Garbo no le hacia falta seguir un guión, con su rostro y ojos nos hablaba en silencio y no enamoraba cada vez que la contemplábamos en la gran pantalla. Pocas actrices han llegado a ese punto y eso es porque era la Divina Greta Garbo. El guión fue confiado a una amiga íntima de la Garbo, Salka Viertel, que escribió un relato que lejos de la verdad histórica, utilizaba la personalidad de la Reina Cristina de Suecia para reflejar sobre todo el mito Garbo, al transformarla como decía la publicidad de la época en la Reina Garbo.La historia dice que la Reina Cristina era fea, más bien masculina y con un montón de amantes en su corte, muy lejos por lo tanto de la sensual, femenina, enérgica y apasionada Greta Garbo. Algunos rasgos de su carácter, que conserva el guión, son sin embargo exactos pues la Reina Cristina de Suecia era en efecto una mujer muy atraída por las artes y la filosofía, y además también abdicó. La ficción transforma naturalmente esta abdicación en romántica historia de amor hollywoodense, con la excelente fotografía de William Daniela que ilumina siempre los mejores perfiles de La Divina. Brillante la puesta en escena de Mamoulian que tenía una gran experiencia en la ópera y en coreografías y que por ejemplo toda la secuencia en la que la Reina va acariciando sensualmente los muebles y los objetos, la rodó con cadencia musical y sirviéndose de un metrónomo, Mamoulian le pidió a la Garbo que se desplazara en la habitación siguiendo ese ritmo preciso hasta echarse en la cama, estrechando la almohada en sus brazos como si se tratara del cuerpo de su amante, magníficas imágenes, sugestivas y audaces para el Hollywood de la época. Vuelvo a repetir una y mil veces que es la mejor película de la Garbo y un film indispensable.

La Metro Goldwin Mayer cuidaba muy bien de sus estrellas, dentro y fuera de la pantalla, y cómo no, la carrera artística estaba diseñada a la medida de cada actriz o actor, en este caso es Greta Garbo en un papel a su medida, como luego ocurriría con “Ana Karenina” o “La dama de las camelias”. “La reina Cristina” no es fiel a la Historia, sino una recreación de la misma, siempre he mantenido que para aprender la Historia están los libros, el cine en Hollywood es ficción. Por otra parte es muy conocida la ambigüedad sexual del personaje que en este film es tratado con delicado pudor. Quiero la paz y viviremos en paz”. Cristina gran lectora y humanista, antepone otras razones para vivir a la guerra: el amor y la sabiduría. Cristina lo plantea en la Universidad de Upsalá ante sus súbditos, a propósito de los libros censurados por propagar ideas nocivas. La fascinante androginia de la reina, que pocas actrices posteriores han conseguido traslucir con tal fuerza en la pantalla, resulta uno de los aspectos más atractivos de la obra. Greta Garbo en sus momentos más álgidos, la apasionada historia de amor con el caballero español, Don Antonio Conde de Pimentel, la pasión vence a la razón, los sentimientos a las ideas, también la mujer al mito. La película se mueve entre el drama y la comedia, con un marcado “look” de la Metro, la elegancia de Rouben Mamoulian en la dirección, con una ambientación muy cuidada y estupenda fotografía. Ella había vencido la barrera del cine mudo, imponiendo con éxito su acento sueco y grave al público. La misteriosa Garbo se retiró años más tarde para nunca volver, ni siquiera en 1954 cuando la Academia le otorgó un Oscar honorario a su carrera. La Garbo era guapísima, bellísima, elegantísima. Era de esas actrices con belleza contenida, natural, sin quirófano de por medio y con miradas cautivadoras...Toda una obra de arte. La película aparte de narrar las envidias e intrigas palaciegas, aborda temas como la envidia, el honor, el amor, el deber para con tu país y la lealtad... Yo a todo esto le sumo la interpretación de la Garbo, sus silencios frente a la cámara.... para mi como mitómano y cinéfilo, son secuencias que pasarán a la historia del cine.

Cristina de Suecia  no era físicamente atractiva, pero era una mujer culta, se formó ampliamente en historia, arte, filosofía, teología y en asuntos políticos, entre otras cosas y tenía un gran carácter con el que logró imponer sus comúnmente sensatas ideas, contra muchos de los obstáculos que surgieron en su reinado. Fue una convencida protectora de las artes e hizo de mecenas de muchos artistas que anhelaban salir adelante. Su lema era “La sabiduría es el pilar del reino", y en tal sentido, comenzó a desviar muchos de los fondos que su país invertía en absurdas guerras, hacia las artes y la cultura. Con ella, el patrimonio artístico de Suecia se incrementó poderosamente y gente de muchos otros países comenzó a interesarse por sus proyectos. El filósofo René Descartes, el pintor Sébastien Bourdon, los eruditos Samuel Bochart y Pierre Daniel Huet, fueron, entre otros, gente de gran talento que estuvo en la corte contando con el abierto respaldo de la reina Cristina, quien pronto habría de ser llamada La Minerva del Norte. Llegado el año 1647, tras quince años de su reinado, Cristina no tiene interés alguno por contraer matrimonio y el Consejo del Reino la indagó entonces, dejando sentir que veía en esto una gran necesidad. Su respuesta última fue: “Si el consejo conociera mis razones no le resultaría extraño”. Como puede suponerse, una frase de este tinte dejaba abierto el camino a toda suerte de especulaciones. El 6 de junio de 1654, tras haber gobernado durante 22 años, la reina decide entonces abdicar del reino, se convierte al catolicismo, y comienza a trasegar por Europa con eventuales regresos a Suecia. Antes de morir, solicita ser sepultada con sencillez, pero los líderes de Roma donde habitaba y con quienes sostuvo grandes vínculos, le hacen un funeral de Reina.

 

Con claras distancias y variaciones, lo que nos ofrece pues, el director, en su notable película “LA REINA CRISTINA DE SUECIA”, es un romántico cuento de ficción, rociado con ciertos elementos de la vida de una de las reinas más interesantes que nos ha dado la historia. Como el objetivo central era recrear un imaginario e intenso triángulo amoroso en un ambiente palaciego, se opta por elegir nada menos que a Greta Garbo, mucho más bella, más alta, y con unos aires de diosa inimaginables en la verdadera reina. Y como su enamorado, el conde español, se escoge a petición suya, con cierta inconformidad de Mamoulian… y también nuestra a John Gilbert, con quien venía sosteniendo un romance que dio mucho qué hablar. El filme es a todas luces brillante en sus aspectos formales; cuenta con unos estupendos diálogos, y la Garbo...quien terminaría imitando a la reina en su actitud de no casarse jamás... luce como Dios manda con unas dotes femeninas difíciles de resistir. No es por nada que ese plano final de ella en la proa del barco resulta inolvidable. El filme se disfruta con sumo agrado, el carácter de la reina resulta admirable y muy digno de tomar en cuenta, y aunque tengamos que perdonar que Antonio no sepa distinguir entre un hombre y una mujer con pestañas postizas, las cejas y labios pintados, y una cara profundamente femenina, lo demás resulta bastante grato, y “LA REINA CRISTINA DE SUECIA”, termina siendo un apreciable clásico con todas las de la ley. Los paralelismos de la famosa reina sueca Cristina (1626-1689) con la otra reina sueca del celuloide son dispares, La Garbo, en su momento y más con la perspectiva del tiempo, se antojan inequívocos. Es cierto que físicamente estaban en las antípodas, dado que la hija del rey Gustavo II, era bajita, y al parecer con exceso de hormonas masculinas. Todo ello compensado con su gran inteligencia, dotes de estadista, fuerte temperamento y notable deportista. Pero aparte de la nacionalidad ambas tenían claro que por encima de sus deberes profesionales querían ser ellas mismas y ambas, sin dar explicaciones decidieron apartarse aún jóvenes de la tiranía de sus estatus en mundos masculinos. Ambas querían "estar solas", para poder vivir acompañadas de aquello que les hiciera sentirse vivas y amadas por encima de la fama. Ambas vivieron su bisexualidad a contracorriente y ambas alcanzaron la inmortalidad por el legado artístico que dejaron.

 

 

 

 

 

La reina Cristina de Suecia, dirigida con un ritmo activo y con estilo clásico adelantado a su época, es una obra admirable por su calidad técnica para el momento que gustará a todos los cinéfilos clásicos que busquen films con todos los componentes necesarios para dejar huella tras su visionado como el drama y el amor que rodean la siempre interpretación magnífica de Greta Garbo, concluyendo...Un magnifico film que dejará gratas sensaciones tras su visionado y será recordado como una gran obra clásica. La fotografía en blanco y negro es inspiradora y alusiva al momento y lugar en cuestión, gracias a unas imágenes estéticamente armoniosas que concluyen un trabajo magistral que da confort en su visionado. La música es melódica y evocadora de castillos y palacios, usando también sonidos emotivos por un lado y enardecedores por otro para estimular su labor rítmica y arrolladora. Los movimientos de cámara consuman una labor técnica clásica, muy apropiada a través del uso de los primerísimo planos,  retrocesos, generales, de seguimiento... Para extraer detalles que sacan lo mejor en las interpretaciones. Las actuaciones son intachables. Greta Garbo está reluciente como es habitual en ella y John Gilbert está seductor y galante en su papel. Se emplea para esto la dirección artística de unos vestuarios y caracterizaciones sugestivos de la época, siendo distinguidos por la nobleza y humildes en la servidumbre y gente de a pie, logrando una magnífica labor que junto con los ostentosos decorados te transportan al crepúsculo donde moran los dioses.

Recomendable por su dirección, guión, actuaciones, fotografía, música, montaje, planos, movimientos de cámara, vestuarios, caracterizaciones, decorados y narrativa que hacen de La reina Cristina de Suecia, un film obligatorio de ver para los amantes de los clásicos. El crítico Mordaunt Hall escribió para el New York Times una crítica positiva, favoreciendo al guión y la dirección de la película. Escribe:

- "S. N. Behrman es responsable por el diálogo, una brillante pieza escrita, y Rouben Mamoulian la dirigió. El Sr. Mamoulian aún conserva su afición por pedir a la audiencia que preste atención a su trabajo con luces y sombras, antes de continuar con la historia. Pero en esta ocasión lo hace menos frecuentemente, y sus escenas son, sin duda, composiciones encantadoras.-"

 

 

Comenta Quim Casas que Mamoulian, se sirvió de su estrella protagonista, Greta Garbo, como si de un instrumento musical se tratara, no dudando en compararla con “un Stradivarius del que pueden extraerse los sonidos más puros”. Sin ser una película musical, La reina Cristina de Suecia define muy bien la idea del relato sinfónico. Pero la vampirización del film, sometido al culto Garbo, no debe ocultar en ningún momento los valores de una obra cuya maestría reside en el equilibrio entre todos sus elementos constituyentes, Garbo incluida. Mamoulian confiaba en la actriz. Se nota en la escena en plano medio de la taberna, cuando Cristina conversa con Antonio, escondiendo su feminidad; en el primer plano de la abdicación, en el plano sostenido tras la muerte de Antonio en duelo y en el primerísimo primer plano, largo y sereno, precedido por uno de los travellings frontales más hermosos del cine clásico, con el que se cierra el film, cuya evocación nos permite hablar una vez más de la ruptura con toda noción de realismo, incluso con la verosimilitud de los elementos naturales.

Los veinte minutos iniciales de la película expresan a la perfección el sentir general de la reina Cristina. El director está en todo momento fascinado tanto por el personaje como por la actriz que lo representa. Frente a la oposición de nobles y arzobispos, de parientes y consejeros, Cristina decide firmar la paz con las potencias rivales para cultivar las artes de la vida. Le gustan Moliére, Calderón, Velázquez y Descartes. Se lava la cara por la mañana con la nieve acumulada en el balcón de su estancia. Comienza a leer cuando raya el alba porque tiene poco tiempo para ella y considera que, durmiendo, lo malgasta. Admite profesores españoles e italianos en la prestigiosa universidad de Upsala, pese a que los demás creen que así se corromperá la pureza de la institución. Quiere dar nuevo vino a los odres viejos porque el peligro verdadero está en la ranciedad. Cristina, en definitiva, sabe sentir algo muy difícil de expresar: la nostalgia por los lugares que uno no ha visto. Mamoulian le rinde especial tributo. Por un lado,  filmándola con entereza y aislando su rostro frío y sereno en el contexto de una puesta en escena suntuosa en la que deben notarse los cuidadosos decorados, palparse la madera regia de las puertas, notarse la humedad de las piedras y el calor de las mantas y cortinajes. Por el otro, incorpora la fisonomía andrógina de la actriz como ningún otro director se atrevió a hacer: Biografía de la carismática reina del siglo XVII, en la que se falsifican los trazos fundamentales de la historia sin llegar a traicionar su espíritu. De hecho, la historia tenía un interés secundario, contando mucho más el  personaje y sus circunstancias. El conjunto fue servido con talento y elegancia por un director que casi siempre consiguió sublimar lo que narraba.

 

En la imagen final de 'La reina Cristina de Suecia', Rouben Mamoulian convertía a Greta Garbo en mascarón de proa de un barco que partía rumbo al exilio de todo afecto. “Quiero que tu rostro sea una página en blanco. Quiero que escriba sobre ella cada miembro del público”, le dijo el director a la actriz. En una secuencia anterior, la Garbo elaboraba una enigmática danza alrededor de los objetos de la habitación de una posada y, cuando era interrogada por su amante, respondía: “Quiero grabar en mi memoria esta habitación. En el futuro, en mi pensamiento, reviviré con intensidad estas horas”. Era uno de esos momentos de extremada afectación que no pasarían por alto los radares de la sensibilidad. Notas sobre la reapropiación estratégica y el desciframiento de determinadas claves ocultas por parte de una comunidad homosexual con carencia de discursos directos sobre la diferencia. En La reina Cristina de Suecia, el enigma de la sexualidad de la llamada reina virgen se fundía con el misterio de la Garbo, bajo la batuta de uno de esos cineastas capaces de alumbrar estilo y mirada poética en el seno de la maquinaria de Hollywood, confeccionando todo un titulo, grabado con letras de oro, en la extensa Historia del cine..

 

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