ANA DE LOS MIL DÍAS

 

 

 

 

 

 

 

 

Esta historia ha sido llevada al cine en muchas ocasiones, las más reciente en “Las hermanas Bolena” o la serie de televisión “Los Tudor”. Quizá por ello, gracias al cine, es una historia conocida. Pero es que es una historia muy cinematográfica. Amores, traiciones, rencores, venganzas, engaños, complots, intrigas palaciegas... Y encima, todo ello ambientado en la Edad Media, que ejerce un extraño influjo en casi todos los cinéfilos, al menos en mí caso. Así que nos encontramos con una historia verdaderamente apasionante en una de las mejores versiones realizadas, si no la mejor. Una gran ambientación histórica, que no en vano es una película británica y eso lo cuidan mucho. Decorados y exteriores, música y vestuario, un vestuario rico, fastuoso y espléndido, y una fotografía tan buena que casi parece que estemos viendo una película actual. Un guión brillante, plagado de impresionantes diálogos. En fin, que todo es perfecto y al servicio de la historia. Y unos grandes actores al servicio de unos grandes personajes. Resulta evidente que la película se construyó a la mayor gloria de Richard Burton, un actor de sobra conocido dentro y fuera de la pantalla. Dentro, por sus prestigiosos trabajos en cine y teatro, y fuera por sus bodas y divorcios con Elizabeth Taylor. Quizá está un poco exagerado en algunos momentos, pero lo cierto es que no se me ocurre un actor mejor para el personaje, excepto Charles Laughton en “La vida privada de Enrique VIII”. Y es que yo veo normal que un rey tan poderoso como él tuviera su punto histriónico, ¿no?....Una de sus fases:

- “Soy el rey de Inglaterra. Cuando yo rezo, Dios me contesta”-.

 

 

 

 

 

 

A Geneviève Bujold no la conocía, pero es una Ana Bolena perfecta. La actriz está realmente espléndida, exquisita, sin amedrentarse ni un ápice ante los grandes nombres de la escena británica que la rodean, componiendo un personaje capaz de decirle a uno de los monarcas más poderosos del mundo algo así como:

- “He oído lo que dicen vuestros cortesanos y he visto bien cómo sois. Caprichoso, sanguinario y vengativo. Vuestra poesía es agria y vuestra música es peor aún. Amáis igual que coméis: haciendo mucho ruido y sin sutileza”-

 

Y eso cuando aún no es reina. Es una Ana Bolena fría y apasionada a la vez, fuerte, con carácter, decidida, calculadora y vengativa....: “No te daré mucho trabajo, tengo el cuello muy fino”.... Éstas fueron sus últimas palabras, al verdugo, antes de ser decapitada. Una maravilla de interpretación, la verdad. Es el personaje central de la película, hasta el título lleva su nombre y, por lo menos a mí, el que más me gusta, es un titulo muy acertado para el film. Destacables también las interpretaciones de Anthony Quayle como el habilidoso, astuto y engatusador cardenal Wosley, o de Irene Papas como Catalina de Aragón, que dota al personaje de una intensidad que pocas veces se le da en cine. .. ¿Por qué los ingleses siempre ponen tan fea a Catalina de Aragón? ¿Realmente lo era o simplemente es pura envidia porque en aquel momento el imperio español era mucho más poderoso que Inglaterra?. Sobre si puede parecer larga, viendo su metraje, lo cierto es que no se hace larga en absoluto. A mí me parecieron dos horas muy entretenidas viendo una excelente película. Tal vez es el momento de descubrir esta gran película para los que no la hayáis visto ya, y para los que sí, igual os apetece recordarla de nuevo... Ana de los mil días es un excelente fresco histórico de uno de los episodios más importantes de Inglaterra.

 

 

 

 

 

Hay que prestar especial atención al soberbio vestuario...la Academia de Hollywood supo premiarlo merecidamente con un Oscar..., no solo por la variedad de trajes y vestidos exhibida, sino también por la estudiada disposición de los mismos según sus colores. Es frecuente ver en un mismo plano, varios personajes vistiendo cada uno trajes con una tonalidad distinta, cromatismo que queda brillantemente resaltado por una fotografía esplendida, apréciense, por ejemplo, los rojos fuertes que viste el cardenal Wolsey. Las interpretaciones son excelentes y no parecen los gestos de Burton histriónicos. Creo que transmite con poderosa fuerza la psicología del personaje. Irene Papas, como Catalina de Aragón, exhibe una morenez excesiva hasta el punto de que se le forma encima del labio superior algo muy parecido a un bigote.... Extraordinaria la interpretación del resto de personajes, quizás un poco menos creíble la de Cromwell que en ocasiones fuerza un poco sus expresiones de malvado. Los diálogos son brillantes y a diferencia de lo que ocurre con frecuencia en otras películas históricas no caen en la grandilocuencia o solemnidad. La narración fluye con brío, explicándose convincentemente actitudes de personajes y los hechos históricos aunque no se esté muy al tanto de los mismos. Aunque la acción transcurre casi íntegramente en decorados, están también muy cuidados, las escenas del exterior, sobre todo, el desfile nupcial y las escenas de patíbulo. Como anécdota, comentar que en la versión que ví hace días por televisión, hay un momento en que el Cardenal Wolsey, tumbado en la cama, en su habitación, contesta a los que le llaman a la puerta directamente ¡en inglés...! No tuve que hacer muchas investigaciones de tan anómalo comportamiento de Wolsey. Esta escena fue censurada en su día y cuando la han recompuesto por desidia u olvido no han podido ni doblarla al castellano ni siquiera con cambio de voces. En resumen, una película notable imprescindible, que merece verse.

 

El filme arranca con el rey firmando las órdenes de ejecución contra un grupo que supuestamente conspiraba contra él, entre los que se encuentra su esposa, Ana Bolena. De ahí sigue un largo flash-back que describe el encaprichamiento del rey con la bella Ana, comprometida con otro hombre, a lo que se suma el agravante de que Enrique VIII, casado legítimamente con Catalina de Aragón, ha tenido como amante a su hermana, que le ha dado un hijo bastardo. "La interpretación de Richard Burton es genial. Puede parecer sobreactuado e incluso excesivo pero es que la vida y el poder de Enrique VIII era así: ilimitado. Un tipo que manda a la horca a cientos de personas no tiene nada que esconder. Por lo tanto, sus gritos, su gestualidad están más que justificados." "En cuanto a Geneviève Bujold, que se dio a conocer en todo el mundo con este film, su actuación es también brillante." "El papel de Irene Papas, como Catalina de Aragón y esposa de Enrique VIII hasta que llega Bolena, es muy corto y está caracterizado un tanto oscuro. Es una pieza más del puzzle que encaja de manera adecuada". La presencia de Richard Burton, inevitable en los repartos con anhelos de prestigio de aquella época, es una constante fuente de inspiración del realizador, tan resuelto a lo largo de todo el metraje de la cinta, como cabe esperar en uno de los grandes especialistas del género. Meticuloso y aplicado en su tarea, Charles Jarrod viene a mostrarnos la experiencia de una mujer desdichada e inocente que ni provocó ni fue dueña de su destino.

 

 

 

 

 

Hay proyectos que parece que se engendran con el fin de barrer en los Oscars. Y este es un ejemplo. Resulta muy interesante, a la par de divertido si se tiene un sentido del humor socarrón, leer las anécdotas que cuenta Richard Burton en su biografía acerca del rodaje de “Ana de los mil días”: que el productor asediaba a la protagonista femenina, la cual rompió su contrato para protagonizar “María, Reina de Escocia” metiéndose en un grave problema judicial con la Universal, los deslices de Burton con Geneviéve Bujold, la aparición de Elizabeth Taylor en el rodaje presenciando las escenas más difíciles y que a Burton más le preocupaban, enervando el carácter del actor. Elizabeth Taylor hasta obsequió al productor con un cameo enmascarado…Al terminar el rodaje fue cuando Burton pidió perdón a Elizabeth regalándole el famoso collar de diamantes que ella misma promocionó en prensa, valorado en millón y medio de dólares y que lució en los Oscars cuando anunció la mejor película de 1969. Y es que el punto fuerte de “Ana de los mil días” sin duda son sus trabajos de interpretación. Un magnífico plantel de actores dan vida a los personajes, bien definidos, en ocasiones con excelentes diálogos en un guión fiel que al menos no ultraja a la Historia. Todos ellos están fantásticos, y en especial el duelo del dúo protagonista, Richard Burton, en uno de sus trabajos más logrados y en una de las mejores encarnaciones que se han hecho de Enrique VIII para el cine. A su lado Geneviéve Bujold como Ana Bolena, que supuso su lanzamiento internacional, logra una interpretación de las que hacen historia, absolutamente memorable. Ambos podían haber sido los ganadores del Oscar de ese año, pero Burton fue castigado una vez más y se premió injustamente a John Wayne, que dijo al recogerlo: “Me han dado un Oscar por ponerme un parche”. En cuanto a Bujold, de gran personalidad y versatilidad, venía precedida de haber protagonizado una versión teatral televisiva haciendo de Juana de Arco junto al estupendo Alec Guinness, en una entrevista a Variety, daba su particular opinión sobre Hollywood que le restaron posibilidades para conseguir el Oscar. La película cuenta con una buena fotografía, una hermosa banda sonora que también fue nominada  y un excelente vestuario que obtuvo el único Oscar para los diez a los que estaba nominada. Cine histórico bien realizado, que muchos miran con cierta reticencia porque hay mucha paja que se ha colado en el género, pero que resuelve bien su novato director que debutó con esta, su más interesante película. Luego Jarrott fue perdiendo interés, aunque sea el responsable de uno de los musicales digno de ser visto por ser uno de los más inauditos y demenciales que se han rodado. 

Esta película nos introduce en la azarosa vida de Enrique VIII, rey de Inglaterra. Concretamente a su relación con la joven Anna Bolena, de la que se ha encaprichado Richard Burton. Por una mujer será capaz de asesinar, romper con la iglesia católica. La interpretación de Burton es genial. Puede parecer sobreactuado e incluso excesivo pero es que la vida y el poder de Enrique VIII era así: ilimitado. Un tipo que manda a la horca a cientos de personas no tiene nada que esconder. Por lo tanto, sus gritos, su gestualidad están más que justificados. La grandeza de esta película es que sabe conjugar historia y arte, didáctica y entretenimiento. Se aprende perfectamente la vida de Enrique y Ana a la vez que se disfruta de una cinta irreprochable. Está en la mejor tradición del buen cine inglés histórico, del que en España sigue habiendo un claro déficit a la hora de contar nuestra propia historia. Excelente fresco histórico de uno de los episodios más importantes de Inglaterra. Hay que prestar especial atención al soberbio vestuario, no solo por la variedad de trajes y vestidos exhibida, sino también por la estudiada disposición de los mismos según sus colores. Es frecuente ver en un mismo plano, varios personajes vistiendo cada uno trajes con una tonalidad distinta, cromatismo que queda brillantemente resaltado por una fotografía esplendida.

 

 

Los diálogos son brillantes y a diferencia de lo que ocurre con otras películas históricas no cae en la grandilocuencia o solemnidad. La narración fluye con brío, explicándose convincentemente actitudes de personajes y los hechos históricos  Aunque la acción transcurre casi íntegramente en decorados, están también muy cuidados, las escenas de exterior, sobre todo, el desfile nupcial y las escenas de patíbulo. Es sabido que cuando un tema tan recurrente como éste es tratado con veracidad, empaque y sirviéndose de grandes actores el éxito esta asegurado, como ocurre en esta gran producción de la Universal, que, además, ha contribuido e expandir la cultura histórica popular que, desgraciadamente, tanto escasea en el cine. La gran interpretación de Richard Burton, siempre dio una gran medida como actor, tanto encarnando personajes de films que evocan la historia y la dramaturgia británica y/o shakeaspiriana como interpretando personajes de la actualidad. En esta espléndida película recrea con gran autoridad a la bestia que fue Enrique VIII, que motivado por su obsesión de tener un varón y, también ... en buena medida... por su frenética lujuria, mató a seis mujeres y, de paso, fundó la iglesia anglicana. De este personaje viene, como no, la sabida exclusividad inglesa. A pesar de todo, el inglés por excelencia, Winston Churchill, resistió a los nazis haciéndoles ver que con Inglaterra no se juega. Por eso, Europa tiene que estar agradecida a Inglaterra, aunque siempre en política ha impuesto su voluntad. Volviendo a la interpretación, he de señalar la extraordinaria actuación de Geneviéve Bujold, ilustre canadiense, en el papel de Ana Bolena y la maravillosa de la griega Irene Papas, con su mirada cautivadora, en el de Catalina de Aragón. Es una película que en absoluto ha perdido su fuerza cinematográfica. El largometraje nos ofrece una excelente ambientación musical, y paisajística que envuelve un texto magnífico que recrea la corte inglesa con vehemencia y con un tono permanente de crítica que no trata de disimular. La película posee tensión dramática, rebosa viveza y presenta una historia cabal, polimorfa y rotunda. La dirección de C. Jarrott realiza un impresionante ejercicio de versatilidad, de fabulación y de destreza cinematográfica y excepciona valor para una película admirable. El reinado de Enrique VIII ha sido llevado al cine con frecuencia. Esta película, que se centra únicamente en la relación del monarca con Ana Bolena, su segunda esposa, me parece la más brillante. Es mérito principalmente de la obra de Maxwell Anderson en la que se basa, del soberbio trabajo de sus dos protagonistas,  la importancia que se da a los papeles secundarios y el respeto a los hechos históricos. Esta tormentosa historia es un buen ejemplo de los excesos de la monarquía absoluta, cuando el rey decidía hacer su santa voluntad, impulsado por sus más bajas pasiones. También es el más claro ejemplo del poder de la belleza de una mujer. Ana Bolena no se conformó con un papel de amante y llevó al rey al límite, a tener que proclamarse cabeza de la Iglesia de Inglaterra para poder contraer matrimonio con ella y de paso, a eliminar a muchos de sus súbditos, que no aceptaron esa ruptura traumática con Roma.

Ana de los mil días se distingue de otras películas sobre Enrique VIII porque, además de estar fascinada por la personalidad del soberano, da protagonismo a la también contradictoria Ana Bolena y trata de equilibrar la divulgación histórica, con lo que personajes de la Corte como Wolsey, Cromwell o Norfolk tienen también gran importancia con el drama sentimental. La película parte, con buen criterio, de dar por sentado que el espectador conoce su desenlace: comienza con Enrique a punto de firmar la orden de ejecución de Ana Bolena y el resto es un largo flashback que explica la historia de amor y desamor. Si Enrique es un personaje complejo, también lo es Ana Bolena que, por una parte, en principio le odia por haberla obligado a anular el matrimonio con el joven al que estaba prometida y luego acaba queriéndole y, por otra, va "contaminándose" de la mentalidad y los usos de Enrique y exigiendo ella misma que rueden las cabezas de sus enemigos. Esa tensión entre contrarios y, sobretodo, entre los propios sentimientos e intereses de los protagonistas dan dimensión dramática al espectáculo, y una lección de la historia de Inglaterra.

 

 

 

Famosas son las "hazañas" matrimoniales de Enrique VIII y su predilección por la decapitación, aunque en realidad sólo dos de sus seis esposas recibieron tal distinción. Ana de los mil días se centra en la obsesión de Enrique por Ana Bolena, circunstancia que precipitará toda una serie de acontecimientos trascendentales para la historia de Inglaterra, y por ende de Europa: la ruptura con la iglesia católica, el nombramiento de Enrique como cabeza de la nueva iglesia anglicana, y toda una serie de ejecuciones de personajes valiosos, como Thomas More y otros que pasaban por allí. Se trata de la clásica producción británica correcta en todos los apartados, agradable de ver. Los acontecimientos históricos están convenientemente manipulados en la obra teatral de Maxwell Anderson que da pie a la película, con el fin de que el espectador medio se haga una idea de lo que se cocía por aquellos lares. Georges Delerue aporta una suntuosa banda sonora inspirada en la música de la época, el veterano Arthur Ibbetson ofrece una fotografía preciosista  y Charles Jarrott, curtido en la televisión, orquesta el proyecto con medida perfección. Capítulo aparte merece la interpretación. Richard Burton... No se lo toma en serio, la verdad, en contraste con el impulso y la entrega de una jovencísima Geneviève Bujold. Elizabeth Taylor, tras aparecer en el rodaje para vigilar a Burton se le iban las manos con su pareja cinematográfica, deambula por la función, recita sin convicción sus parlamentos y está, en definitiva, desaparecida en combate. Es Anthony Quayle, encarnando al cardenal Wolsey, y John Colicos, en su composición del repugnante Thomas Cromwell, quienes se llevan el gato al agua. Película histórica que nos retrata la el romance compulsivo que tuvo el rey Enrique VIII con Ana Bolena, y que acabó con la ruptura del Inglaterra con la iglesia, y con la división del país entre los que apoyaban a la antigua esposa del rey (Catalina de Aragón) y los que apoyaban a esta nueva. Charles Jarrott dirige excepcionalmente este film presentando este hecho histórico de gran complejidad que marcó un punto de inflexión en este país. Un momento que dirigió al país hacia una nueva religión y hacia un futuro heredero de la corona que no estaba claro.

Esta historia era fácil de que cayera en una trama aburrida en lo que a narración histórica se refiere; o centrándose en unos hechos románticos palaciegos que son importantes pero no imprescindibles. Pero el director utiliza un enfoque muy interesante y hace que el espectador sea testigo de estos años convulsos, y comprenda perfectamente estos movimientos legales de gran complejidad; gracias a que observa lo que ocurre fuera y dentro del palacio, y los papeles de la iglesia. El film convence. Uno se engancha desde el minuto uno y no desconecta hasta el final; aunque desde el principio se sepa el desenlace ya que la historia es famosa en el mundo. Grandes actores forman parte de este magistral reparto. Richard Burton da vida al soberbio Enrique VIII. Un hombre que manejaba su país dependiendo de la mujer con la que estaba casado, y que cambiaba de esposa con gran normalidad. Su trabajo es fantástico, y su personaje derrocha fuerza y temperamento. Por último la siempre fantástica Irene Papas da vida a la española Catalina de Aragón. Una mujer extremadamente religiosa que se ve apartada de su marido Enrique VIII porque se ha encaprichado de la joven Ana. Ella intentará luchar por su puesto de reina, y porque su hija sea la heredera al trono, y no una hija bastarda como intenta la nueva amante del rey. En fin... "Ana de los mil días" es una película que he visionado varias veces y que siempre la he disfrutado o encontrado algo nuevo. Una película que convence y enseña muy bien un hecho histórico crucial para Inglaterra que la marcaría para siempre.

 

 

Película ágil y muy entretenida, nos corrobora que, en lo que a dramas de época se refiere, los británicos son los amos y que quizá aquí no obtengamos mucha rigurosidad histórica pero, eso sí, tendremos entretenimiento a raudales. MUY RECOMENDABLE. La apasionante y trágica historia de amor y odio, entre Anne Boleyn y Henry VIII, ha sido llevada al cine en numerosas ocasiones, pero, entre las que he visto y mejor recuerdo, está la dirigida por Ernst Lubitsch (“Anna Boleyn”, y sobre todo, “A Man for all Seasons”, dirigida con total brillantez por Fred Zinnemann, aunque, en ésta, el personaje central es el gran escritor, político, teólogo y humanista, Thomas More. Es muy interesante y aleccionador este gran choque de caracteres: Ana, desdeñosa, fuerte, con claros y ambiciosos propósitos… pero, inevitablemente atraída por el monarca inglés; y Henry VIII, prepotente, misógino y cruel, pero, irremisiblemente enamorado de la joven doncella que, de nuevo, el cine vuelve a revivirla para complacer a las nuevas generaciones. El celebrado dramaturgo estadounidense, Maxwell Anderson (1888-1959), había obtenido un alto reconocimiento con tres obras sobre la familia Tudor que gobernara en Inglaterra, Gales e Irlanda entre 1485 y 1603: “Elizabeth the Queen”, llevada al cine con gran acierto por Michael Curtiz; “Mary of Scotland”, que, tras haber sido un notable éxito en Broadway, la versión cinematográfica que estuviera en manos de John Ford, fue apenas interesante… y “Anne of the Thousand Days”, otro gran éxito en los escenarios, interpretada por Rex Harrison y Joyce Redman, pero, la única que, por sus liberales y escuetos planteamientos, tardaría un par de décadas para ser llevada al cine. Adaptada al cine por Bridget Boland, John Hale y Richard Sokolove, resultó plenamente afortunada, pues, a favor que la obra de Maxwell se defiende sola con su excelente manejo de las situaciones y los exquisitos diálogos, Jarrott le añade una sobresaliente puesta en escena, una virtuosa banda sonora, una edición rigurosa, un magnífico vestuario  y unas actuaciones donde cada quien está en lo suyo de una manera impecable.

 

La canadiense, Geneviève Bujold, resulta maravillosa contrastando su frágil figura con un carácter que se lo merecería cualquier mujer y dejando bien claro que, mantenerse en decidida reserva hasta no haber pasado por el altar, es una de las formas seguras de comprobar la sinceridad del amor de un hombre… aunque éste sea tan voluble y egocéntrico como Henry VIII. Richard Burton, mucho más apuesto que el verdadero rey, pero, con el mismo carácter que motivaría aquellas tragedias que ensombrecieron por años el solio de Inglaterra. Thomas Cromwell, un primer ministro tan ecuánime como capaz de animar las más terribles decisiones, siempre que sirvan para preservar el statu quo. Anthony Quayle, el Cardenal Wolsey, prototipo de hombre de iglesia con más poder del que debería tener; e Irene Papas, la triste Catalina de Aragón a quien el rey utilizó con su habitual abuso de poder.

 

Charles Jarrott se ha asegurado de no dejar ni un solo cabo suelto y la fuerza de los personajes te atrapa irremisiblemente, porque “ANA DE LOS MIL DÍAS”, es una obra de culto y un deleite visual, unidas a un retazo de historia, sobre todo para las nuevas generaciones.....

EXTRAORDINARIO FILM

 

 

cinemania55@gmail.com